Capítulo 42

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NARRA MACARENA

Evitando que más lágrimas salgan de mis ojos, caminé sin mirar a nadie, hacia el primer servicio higiénico de damas que encontrara en el camino. Una vez dentro dejé que todo lo que había contenido saliera de mí, me derrumbé al costado de la puerta sin poder soportar más la carga que sentía conmigo misma. Era demasiado lo que tenía, todo lo que me había dicho Zulema. Me dolía como nunca imaginé que pudiera hacerlo. Siempre me habían dicho que el amor duele, pero no había descubierto plenamente que esto fuera cierto, hasta el día de hoy. Me había enamorado de Zulema y ella me había destrozado de la peor manera.

Ninguna de sus palabras era cierta, yo conocía la verdad, mi verdad, así es que sólo eso debía de importar. No me iba a quedar en aquel lugar para seguir escuchándola insultarme e intentar aclararle las cosas, sabía que se arrepentía de haberlo hecho, por lo que sólo salí huyendo de aquel lugar, como siempre lo hacía. Pero es que no podía más, me sentía la persona más miserable en aquel momento, yo misma creí cada una de sus palabras mencionadas. Me afectaba que finalmente solo me haya visto como una simple joven arribista con quien bajar la calentura a cambio de darle cualquier cosa, incluso la asesoría, algo que meses atrás fielmente había creído en sus palabras al decirme que lo había ganado por mis propios méritos. Ahora resultaba que era mentira. Ya no sabía que pensar de la empresaria, sólo que nunca había conocido a la verdadera Zulema Zahir.

Perdí mis primeras clases de la mañana, sin ánimos de querer que alguien me vea y pregunte por lo que me había pasado. Las llamadas de mis amigas y Fabio seguían entrando a mi buzón de voz, en algún momento tenía que responderles, sería mejor arreglarme algo y salir al encuentro de alguno de ellos.
Para mi mala suerte, no tenía conmigo mi bolso, por lo que no podía ocultar las marcas que me habían quedado de tanto llorar. Esperé unos minutos más al interior del baño, hasta que escuché que alguien intentaba abrir la puerta, inmediatamente la abrí dispuesta a salir de aquel lugar. Era la rectora Miranda, quien me miró con curiosidad.

- ¿Ferreiro?, ¿qué hacía encerrada en este baño que no es para alumnos?

- Lo siento rectora, yo... Estaba por aquí y tuve una emergencia.

- Bueno, y dime. Hablaste con Zulema, me dijo que necesitaba conversar contigo.

- Sí, hablamos. Gracias.- intenté pasar de largo.- Tengo que irme.

Apresuré mi paso sin tener algún destino en mente, no tenía ganas de permanecer en la universidad y menos ingresar a clases.

- ¡Macarena!.- escuché el llamado de Fabio.- ¿Dónde has estado? Tenemos toda la mañana llamándote sin ninguna respuesta.

Al instante en que lo tuve a mi al frente, instintivamente me acerqué a abrazarlo fuertemente. Necesitaba sentir la compañía de alguien, saber que podía confiar en las personas, aunque la mayoría terminara lastimándome.
La reacción de Fabio no se dio a esperar, me correspondió el abrazo, apoyándose en mí. Tenía un rico olor, me gustaba, aunque no se comparaba con el de Zulema. Alcé la cabeza, alejándome un poco para mirarlo a la cara, se lo veía más tranquilo, sin la preocupación de hacía unos instantes.
Le dediqué un leve sonrisa y me puse de puntas para llegar a la altura de sus labios y darle un beso corto.

- Gracias por siempre estar para mí.

- No me lo agradezcas. Te quiero mucho, Maca.- me volvió a abrazar.- Ahora, ¿me dirás lo que te pasa?

- ¡Maca!.- nos interrumpió el grito de mis amigas.- ¿Dónde demonios estabas?

- Hey, hey, chicas. Más tranquilas con ella.

- ¿Y tú qué cojones pintas aquí, Martinez?

- Rizos.- llamé a mi amiga con un tono de advertencia.- Para, por favor.

Bajo hipnosis (Zurena AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora