Capítulo 5.

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Harry volvió a la hora de la comida y fue entonces, cuando les contó que lo habían absuelto sin cargos, que Amelia se sintió realmente aliviada

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Harry volvió a la hora de la comida y fue entonces, cuando les contó que lo habían absuelto sin cargos, que Amelia se sintió realmente aliviada. Pese a las distracciones, la idea de la posibilidad de que Harry no volviera con ellos a Hogwarts la había atormentado durante toda la mañana.

—¡Lo sabía! —gritó Ron lanzando puñetazos al aire—. ¡Siempre te libras de todo!

—Estaba clarísimo que tendrían que absolverte —dijo Hermione, que cuando Harry entró en la cocina parecía a punto de desmayarse de la ansiedad, y que en ese instante se tapaba los ojos con una mano temblorosa—. No podían acusarte de nada.

Amelia solo pudo abrazarlo emocionada.

—Pues están todos muy aliviados teniendo en cuenta que creían que me absolverían —comentó Harry, sonriente.

—Bueno, no queríamos ponerte más nervioso —reconoció Amelia con una mueca.

La señora Weasley se secaba las lágrimas con el delantal, y Fred, George y Ginny se habían puesto a bailar una especie de danza guerrera al son de una canción que decía:

—¡Se ha librado! ¡Se ha librado! ¡Se ha librado!

—¡Basta! ¡Cálmense! —gritó el señor Weasley, aunque él también sonreía—. Oye, Sirius, hemos visto a Lucius Malfoy en el Ministerio...

—¿Qué? —saltó Sirius.

Amelia inmediatamente fijó su atención en el padre de Ron, borrando su sonrisa. ¿Qué tramaba ahora ese hombre? Su "tío político" era la persona más perversa que conocía, al menos así había creído antes de conocer a Bellatrix.

—¡Se ha librado! ¡Se ha librado! ¡Se ha librado!

—¡Cállense, ustedes tres! Sí. Lo hemos visto hablando con Fudge en la novena planta. Luego han subido juntos a su despacho. Dumbledore debería saberlo.

—Desde luego —coincidió Sirius—. Se lo diremos, no te preocupes.

—Bueno, tengo que irme, hay un inodoro que vomita esperándome en Bethnal Green. Molly, llegaré tarde, debo cubrir a Tonks, pero quizá Kingsley venga a cenar...

—Se ha librado, se ha librado, se ha librado...

—¡Basta! ¡Fred, George, Ginny! —chilló la señora Weasley cuando su marido salió de la cocina—. Harry, querido, ven y siéntate, come algo, que apenas has desayunado.

Amelia, Ron y Hermione se sentaron enfrente de Harry, que no los había visto tan contentos desde su llegada a Grimmauld Place, y el vertiginoso alivio del muchacho, que su encuentro con Lucius Malfoy había estropeado un poco, volvió a dispararse. De pronto la sombría casa resultaba más cálida y acogedora; hasta Kreacher le pareció menos feo cuando éste metió la nariz en la cocina para investigar el origen de todo aquel alboroto.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora