Capítulo 18.

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El revuelo que se montó con la desaparición de Amelia fue monumental

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El revuelo que se montó con la desaparición de Amelia fue monumental. Los pocos alumnos que se habían quedado en el castillo para pasar las vacaciones fueron llevados al Gran Comedor y los profesores se dedicaron a inspeccionar el castillo y sus alrededores, tal y como había ocurrido la vez anterior.

Harry no fue capaz de dormir esa noche y mantuvo su vista fija en la puerta, esperando que se abriera y entrara por ella la joven de ojos de plata, cosa que no ocurrió hasta pasadas las seis de la mañana.


Amelia y Remus cruzaron la entrada del castillo después de que Filch se hubiese asegurado de que eran ellos y los hubiera dejado entrar. La niña iba calada hasta los huesos, con ojeras y el rostro pálido pero con los ojos brillantes de quien a ganado una batalla.

Dumbledore no le hizo ninguna pregunta. La preocupación era clara en su mirada y al verla helada, empapada y lastimada dijo inmediatamente:

—Debes ir a la enfermería Amelia. Profesora McGonagall, acompáñela de inmediato. El profesor Lupin y yo las alcanzaremos enseguida.

McGonagall, con la misma expresión de angustia en la mirada, guió a la niña a la enfermería, donde la señora Pomfrey la obligó a cambiarse de ropa, a beber un brebaje asqueroso y a meterse en la cama.

Minutos más tarde, sola en la enfermería, escuchó como Remus, al otro lado de la puerta, le explicaba al director lo ocurrido.

—Amelia descubrió lo que Black les hizo a los Potter, señor —contó—. Estoy seguro de que conocer esto hizo que su odio contra Black aumentase aún más. Ha estado pasándolo muy mal últimamente.

—Eso he notado, sí —dijo Dumbledore—. Me preocupa que todo este tema esté afectándole en sobremanera. Una persona no debería llevar tantas cargas sobre sus hombros, no a su edad.

—Creo que llevaba varías noches planeando salir en su busca —continuó Remus—. Se ha escapado para tratar de encontrar a su padre una vez más. Por suerte yo la he encontrado antes de que Black pudiera dar con ella. Sé que él cree que está muerta pero me jugaría lo que fuera a que si la viera no tardaría en reconocerla, si es que no lo ha hecho ya.

—¿Dónde encontraste a Amelia, Remus?

—En... El bosque prohibido. Seguramente pensó que Black andaría por allí. Cuando la encontré se estaba helando y estaba llena de golpes.

—El bosque prohibido no es un sitio adecuado parra los alumnos, me pregunto cuando empezarán a hacerme caso al respecto —dijo con voz cansada—. Supongo que nunca, yo nunca lo hice a su edad. Bueno, ahora lo único que podemos hacer es mantenerla vigilada. No quiero ni pensar en lo que haría Black si la encontrara.

No dijeron nada más. Dumbledore abrió la puerta en ese momento, encontrándose con la niña que lo miraba con sus grandes ojos grises, temiendo la reprimenda que estaba a punto de sufrir.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora