Capítulo 2.

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El ruido de la lluvia que chocaba contra el cristal de las ventanas se vio interrumpido de golpe por el portazo que acababan de dar

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El ruido de la lluvia que chocaba contra el cristal de las ventanas se vio interrumpido de golpe por el portazo que acababan de dar. Lo siguiente que se oyó fueron pasos apresurados que subían las escaleras. La puerta del cuarto de arriba se abrió. Un hombre alto, de porte elegante y piel clara, acababa de entrar corriendo, empapado y con la respiración entrecortada. El largo y oscuro cabello, que chorreaba agua sobre su cara, le tapaba levemente los brillantes ojos grises pero no la enorme sonrisa que surcaba su rostro.

—¿Dónde está? ¿Dónde está?—preguntó sin poder contener la euforia en el tono de su voz.

—Cariño, no alces tanto la voz—dijo la voz dulce y cálida de una mujer. Esta, que estaba en cama, señaló enseguida una cuna a su lado—. Amy está durmiendo.

—¿Y cómo quieres que no alce la voz, Cass?—respondió aún emocionado y hablando aún más alto—. He venido en cuanto Lily me ha avisado. Remus, Peter y James vienen detrás de mí. ¡Mi hija acaba de nacer! ¡He tenido una hija! ¡Soy pa...!

Su enérgico canto de alegría se vio entonces interrumpido por el llanto del bebé, que acababa de despertarse.

—Te lo he advertido, Sirius— le reprochó la mujer. Tenía un hermoso y largo cabello castaño oscuro y sus ojos azules brillaban bajo la cálida luz de las velas.

—Oh, no. —Sirius corrió a coger al bebé—. No llores, pequeña. Soy yo, tú papá. Todo está bien, todo está bien...

Sirius comenzó a mecerla en sus brazos pero la pobre Amelia seguía llorando sin parar.

—Me parece que aún tienes mucho que aprender sobre bebés, Canuto —dijo James a su espalda, que acababa de aparecer por la puerta.

—Oh, cállate y vete a cuidar de tu hijo, Cornamenta —se quejó Sirius, aún tratando de tranquilizar al bebé, que poco a poco iba calmándose.

—Por cierto, ¿alguien sabe dónde diablos se ha metido Colagusano? —dijo Lupin, que había entrado detrás de James—. Creí que venía detrás.

—Vendrá más tarde. Se ha quedado haciendo no sé qué tontería —explicó James—. ¿Y Lily?

—Esta en la cocina con Harry —explicó Cassandra—. Insiste en que no me levante de la cama y ha ido a preparar algo para cenar.

—Iré a ayudarla —dijo antes de salir y bajar a la cocina.

Amelia ya no lloraba, se había quedado mirando con sus enormes ojos grises el rostro de su padre y ahora estaba muy callada.

—¿Serás su padrino, Remus? —dijo Cassandra, con tono esperanzado—. Dime que lo serás.

—¿Yo? —dijo sorprendido—. P-pero... ¿Hablas en serio? ¿No sería mejor que fuera...?

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora