—¿Qué acaba de pasar? —se atrevió a decir Amelia una vez ella y Hermione hubieron subido a su habitación.
No habían dicho una palabra desde que habían salido del Gran Comedor y, nada más llegar a la sala común, todo Gryffindor se había puesto a celebrar.
—La verdad es que aún no me lo creo —asintió Hermione—. Pero Harry nos lo explicará todo mañana, no nos queda otra que esperar.
Amelia hizo una mueca. Se moría por saber qué estaría pasando en la habitación a la que habían hecho entrar a los seleccionados.
Por la mañana, sin embargo, Amelia no tuvo tiempo de reunirse con sus amigos en el Gran Comedor. Muy temprano, una lechuza entró volando por la ventana y la despertó lanzándole una carta en la cara.
Era una nota, de Dumbledore.
Amelia:
Reúnete conmigo a las seis en mi despacho.
Albus Dumbledore.
Pd:Regaliz de menta.
Amelia suspiró, viéndose obligada a levantarse de la cama cuando ni siquiera había amanecido. Se dio una ducha para despejarse y, asegurándose de que Hermione y el resto de sus compañeras de cuarto siguieran durmiendo, se escabulló hacia el primer piso, donde una gárgola custodiaba la entrada secreta al despacho del director.
—Regaliz de menta —pronunció y enseguida la estatua se hizo a un lado, dejando ver una escalera de caracol por al que Amelia no dudó en subir.
Estaba nerviosa pero, de algún modo, también aliviada. Por fin podría hablar con Dumbledore de sus extrañas pesadillas. Él sabría que hacer.
Nada más subir Amelia se encontró con los cuadros de directores anteriores aún durmiendo y todos los cachivaches extraños de Dumbledore en las estanterías.
—Buenos días —la sorprendió la voz de Dumbledore, que desde su escritorio la saludó con una taza de té en la mano.
—Buenos días, profesor —dijo Amelia y se adelantó para sentarse frente a él.
—¿Una taza de té? —le ofreció el director a lo que Amelia asintió enseguida—. Siento haberte llamado tan temprano, Amelia, pero comprenderás que con todos los preparativos del Torneo de los Tres Magos ando algo escaso de tiempo últimamente por lo que me parece que nuestras clases particulares deberán ser la mayoría del tiempo al alba.
Amelia asintió.
—Me gustaría dedicar el día de hoy nada más que a charlar —continuó Dumbledore con tranquilidad, mientras le ofrecía unas pastas—. Verás, sé que el año pasado Snape solo te enseñó Oclumancia, como estaba planeado, pero creo que, viendo las circunstancias de la posible vuelta de Voldemort, lo mejor sería que nos enfocáramos también en distintas técnicas.
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El secreto de Amelia Black
Hayran KurguAmelia Black ha vivido toda su vida sabiendo que era diferente. Nunca supo el porqué ni el cómo pero sabía que era distinta. Lo que nunca pudo imaginar fue lo que era. Una escuela de magia y hechicería, magos, varitas y escobas. Todo parece encaj...