Capítulo 1.

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La joven Amelia Black caminaba sola por el abarrotado callejón Diagon

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La joven Amelia Black caminaba sola por el abarrotado callejón Diagon. O al menos se encontraba sola desde que, para variar, había perdido a su tía entre las abarrotadas calles llenas de gente. Faltaban pocas semanas para empezar el nuevo curso en Hogwarts pero el aire cálido del verano aún se sentía en el ambiente.

Se suponía que iba a encontrarse con sus amigos ese mismo día para comprar el material del nuevo curso pero estaba más que perdida entre la gente que no dejaba de mirarla al pasar, pues llevaba a Hawk en el hombro. El halcón peregrino solía intimidar un poco a la gente.

—La próxima vez no te haré caso—le reprochó la niña al animal—. Se suponía que habías encontrado a tía Andrómeda y vas y me llevas con ese viejo barbudo que no se le parece en nada. Empiezo a pensar que no eres muy bueno distinguiendo rostros. ¿Es que te parezco yo igual a un viejo barbudo?

Hawk solo sacudió la cabeza con indignación y alzó el vuelo dejando, ahora sí, a Amelia completamente sola.

—¡Espero que la estés buscando!—le gritó a su emplumado amigo mientras se alejaba.

Suspiró resignada y dio una patada al suelo mientras metía las manos en los bolsillos de sus pantalones y echaba a andar.

—Vaya, ¿te has perdido joven sobrina?

Amelia reconoció la fría voz de Lucius Malfoy a su espalda.

—Oh, pero si es mi tío favorito—la niña hizo una mueca de disgusto, volviéndose para mirarlo a la cara. Iba con Draco, al que al parecer acababa de comprarle una escoba—. Y mi adorable primo el hurón.

Lucius, al contrario que su hijo (que ahora estaba rojo de la rabia), pareció ignorar su comentario y, con una sonrisa llena de altanería, continuó su farsa:

—Dime, Amelia, ¿te interesa el Quidditch?—. La niña, que acababa de quedarse a cuadros, lo miró con confusión—. Acabo de comprarle a Draco una Nimbus 2001. Me preguntaba si te gustaría tener a ti una también. Sería... Un regalo de cumpleaños. Tengo entendido que fue hace poco.

—Eh... No, gracias—negó la niña, con desconfianza—. En realidad ya tengo una escoba.

—Bueno, en ese caso, Draco al menos puede dejarte probarla. Por si cambias de opinión.

—Yo...—. Amelia iba a negarse pero Lucius no la dejó continuar.

—Tomen unos galeones y compren un helado. Draco, sé amable. Nos veremos Flourish and Blotts. Mientras tanto puedes ayudar a Amelia a encontrar a los Tonks.

Y cuando quisieron darse cuenta, los dos niños estaban solos y el padre de Malfoy se había esfumado.

—Yo me largo—dijo Amelia dispuesta a marcharse.

—¡Espera!—la detuvo su primo—. ¿Seguro que no quieres probarla?

Le sonrió con altanería pero Amelia vio algo de miedo en sus ojos.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora