Capítulo 7.

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Amelia se pasó las siguientes semanas bastante distraída, siempre pegada al diario de Tom Riddle

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Amelia se pasó las siguientes semanas bastante distraída, siempre pegada al diario de Tom Riddle. Escribía en él cada vez que tenía la oportunidad. Le contaba lo que le ocurría cada día, sus pensamientos, le hablaba sobre su familia y sus amigos, sobre su padre y sobre cuánto lo odiaba por haberse unido a Voldemort. De lo único de lo que no se había atrevido a hablarle era sobre sus poderes. Sabía que Tom no podría contárselo a nadie pero aún así prefería no mencionarlo. Había hecho una promesa.

Esa mañana Harry había tenido entrenamiento de Quidditch y Hermione la había convencido de ir junto con ella y Ron a esperarlo para ir juntos a ver a Hagrid. Amelia finalmente accedió. Quizás no se hablara con Harry pero sin duda le hacía ilusión visitar al guardabosques.

—Sigo pensando que es una estupidez que sigan sin hablarse—dijo Ron—. Tampoco habrá sido para tanto, digo yo. Pero como ninguno quiere contarnos lo que ocurre...

—Yo creo que es bastante obvio—dijo Hermione—. Pero eso no hace que sea menos estúpido.

—Oye, no es culpa mía, ¿está bine?—protestó Amelia—. Yo ya intenté hablar con él.

—A saber lo que le dijiste—comentó Hermione con escepticismo.

—Por lo menos ahora no se gritan—continuó Ron—. Debiste verlos en el coche de camino aquí. Aunque no sé si es peor eso o que no se hablen.

Amelia solo hizo una mueca a Ron antes de continuar su camino al campo de Quidditch.

—¿Aún no terminan? —preguntó el niño pelirrojo, perplejo, cuando llegaron y vieron que Harry aún tenía su ropa del equipo de Quidditch.

—Aún no hemos empezado —respondió Harry, con cara de cansancio—. Wood nos ha estado enseñando nuevas estrategias.

Harry apenas se había subido a la escoba cuando Amela vio al pequeño Colin, con su cámara, que no dejaba de pedirle a Harry que mirara hacia él. Pero si Harry pensaba que su nuevo admirador sería su mayor problema esa mañana se equivocaba. Fuera del campo, un grupo de personas vestidas con túnicas verdes se dirigían hacia ellos.

—¿Qué rayos hacen aquí los de Slytherin?—dijo Ron, indignado.

Y no era el único. Oliver Wood, que también los había visto, bajó rápidamente de su escoba, dispuesto a enfrentarse al capitán del equipo de las serpientes. Harry, los gemelos y el resto del equipo lo siguieron.

—Flint —gritó Wood al capitán del equipo de Slytherin—, es nuestro turno de entrenamiento. ¡Está reservado así que ya pueden largarse!

Marcus Flint, el capitán de Slytherin, miró con sorna a Wood.

—Oh —dijo Flint—, pero nosotros traemos una hoja firmada por el profesor Snape. Tenemos permiso para entrenar a nuestro nuevo buscador...

—¿Tienen un buscador nuevo? —preguntó Wood, sin poder ocultar su preocupación—. ¿Quién es?

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora