Capítulo 10.

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Amelia se escabullía entre los oscuros pasillos del castillo

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Amelia se escabullía entre los oscuros pasillos del castillo. Era muy tarde pero tenía prisa. No había asistido al partido de Quidditch de esa tarde pero Hermione le había contado lo que le había ocurrido al pobre Harry, que primero había sido atacado por una bludger loca; después se había caído de la escoba y se había roto un brazo; y, finalmente, Lockhart lo había dejado sin hueso cuando había tratado de reponérselo. Por eso ahora iba a verlo. En el fondo estaba algo preocupada y quería saber si estaba bien.

Llevaba semanas sin hablar con sus amigos. Después de su discusión con ellos los evitaba a todo momento y procuraba parecer molesta con ellos. De echo, había conseguido que ellos se enfadaran también y ahora ninguno le hablaba. Hermione, al contarle lo de Harry, lo había echo a modo de reproche.

Y ahí estaba ahora, casi a media noche, parada frente a las puertas de la enfermería, tratando de encontrar las palabras para hablar con Harry.

Estuvo a punto de abrir la puerta pero entonces oyó pasos de gente que se acercaba y se escondió detrás de una armadura. Eran Dumbledore y la profesora McGonagall que llevaban a un petrificado Colin Creevey. A Amelia se le encogió el corazón.

Entraron en la enfermería pero la puerta se quedó entre abierta.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó la señora Pomfrey, que llegó poco después.

—Otra agresión —explicó Dumbledore—. Minerva lo ha encontrado en las escaleras.

—Tenía a su lado un racimo de uvas —dijo la profesora McGonagall—. Suponemos que intentaba llegar hasta aquí para visitar a Potter.

"Estúpido Collin" pensó Amelia, con un nudo en la garganta.

—¿Petrificado? —susurró la señora Pomfrey.

—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Pero me estremezco al pensar... Si Albus no hubiera bajado por chocolate caliente, quién sabe lo que podría haber...

Amelia retrocedió asustada. Ya había oído demasiado.

—¿Cree que pudo sacar una foto a su atacante? —le preguntó la profesora McGonagall con expectación.

Esto hizo que Amelia volviera a acercarse.

—Derretido —dijo asombrada la señora Pomfrey—. Todo derretido...

—¿Qué significa esto, Albus? —preguntó apremiante la profesora McGonagall.

—Significa —contestó Dumbledore— que es verdad que han abierto de nuevo la Cámara de los Secretos.

—Pero, Albus..., ¿quién...?
—La cuestión no es quién —dijo Dumbledore—, la cuestión es cómo.

Amelia no habló con Harry esa noche. De echo, no volvió a hablar con ninguno de sus amigos en los siguientes días. Tenía demasiado miedo como para acercarse, demasiado miedo como para involucrarlos en sus locuras.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora