Capítulo 3.

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Harry, Amelia, Ron y Hermione consiguieron entrar por fin, sorteando, no sin dificultad, al tumulto de personas que se metía a empujones en la tienda

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Harry, Amelia, Ron y Hermione consiguieron entrar por fin, sorteando, no sin dificultad, al tumulto de personas que se metía a empujones en la tienda.

Ya adentro, cada uno cogió un ejemplar de Recreo con la «banshee» y se colaron con disimulo en la larga cola que llegaba hasta el fondo (donde Gilderoy Lockhart estaba firmando libros), junto al grupo de los Weasley y los padres de Hermione.

—¡Qué bien, ya están aquí! —dijo la señora Weasley. Parecía que le faltaba el aliento, y se retocaba el cabello con las manos—. Enseguida nos tocará. Tú debes ser Amelia—le sonrió a la niña de cabello negro, al percatarse de su presencia—. Es un placer conocerte, soy Molly Weasley, la madre de Ron. Y este es Arthur, mi esposo.

El señor Weasley apenas se inmutó y saludó con un leve gesto. Estaba absorto preguntándole a los Granger cómo funcionaban exactamente los teléfonos. Por lo que Ron había dicho, sentía especial interés por los muggles.

A medida que la cola avanzaba, podían ver mejor al tal Lockhart. Estaba sentado y lo rodeaban grandes fotografías con su rostro en las que guiñaba algún ojo y sonreía de forma pedante y casi ridícula.

Un hombre pequeño e irritable merodeaba por allí sacando fotos con una cámara que echaba humaredas de color púrpura a cada destello cegador del flash.

—Fuera de aquí —gruñó a Ron, empujándolo para encontrar un buen plano—. Es para el diario El Profeta.

—¡Pues vaya cosa! —exclamó Ron, frotándose el pie en el sitio en que el fotógrafo lo había pisado.

Gilderoy Lockhart lo oyó y levantó la vista. Vio a Ron y luego a Harry, y se fijó en él. Entonces se levantó de un salto y gritó con sorpresa:

—¿No será ése Harry Potter?

La multitud se hizo a un lado, cuchicheando emocionada. Lockhart se dirigió hacia Harry y cogiéndolo del brazo lo llevó hacia delante para obligarlo a sacarse fotos con él. La multitud aplaudió.

—Y ahora sonríe, Harry —le pidió Lockhart con su sonrisa deslumbrante—. Tú y yo juntos nos merecemos la primera página.

Amelia rodó los ojos. Ese tipo era un fanfarrón.

—Hermione—le susurró Amelia a su amiga entregándole su libro—. ¿Puedes cogerme esto y cuidarme el sitio? Creo que voy a echar un vistazo por la tienda.

—Pero... ¿No esperas para que te firmen el libro?

—Creo que paso—dijo alejándose.

Amelia se encaminó a un rincón vacío de la tienda, donde había muchos libros antiguos con aspecto muy interesante.

—¿Otra ves tú, merodeadora?—oyó la voz burlona de su primo a su espalda.

—¿Otra vez tú, hurón?—respondió la niña con el mismo tono, volviéndose para observarlo.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora