Capítulo 3.

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Amelia se despertó, por una vez en su vida, por si misma, sin gritos, sin sermones y sin mañanas oscuras

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Amelia se despertó, por una vez en su vida, por si misma, sin gritos, sin sermones y sin mañanas oscuras. La luz del sol entrando por su ventana la hizo abrir los ojos. No había dormido tanto en toda su vida. Debía de ser muy tarde. Al principio todo se le hizo muy extraño. Seguía medio dormida y no entendía donde se encontraba ni cómo había llegado allí. Pero en cuanto se acordó de todo lo ocurrido el día anterior se levantó entusiasmada, se lavó la cara, se cambió de ropa y bajó corriendo las escaleras, llena de energía y sobre todo de emoción. Fue hasta la cocina y estuvo a punto de entrar hasta que oyó una voz desconocida.

—Esta mañana nos ha llegado una carta con la información sobre Amelia. He querido traerla personalmente. El ministro me ha pedido que esté presente mientras hablan con ella. Les pareció que sería mas fácil.

—¿Qué han descubierto?—. Amelia reconoció a Andrómeda.

—Bueno, es una niña sumamente interesante—respondió el desconocido—. Ha tenido problemas varias veces con sus compañeros. Al parecer, le incendió el cabello a uno de sus profesores, varias veces a golpeado a niños del orfanato, provocó que explotara una sala del laboratorio de ciencias...

—¿Laboratorio de ciencias?—inquirió Dora.

—Si. Tengo entendido que es algo similar a un aula de pociones, señorita Tonks—explicó—. Como decía, son muchos los incidentes. De algún modo hizo que le salieran sapos por la boca a una mujer de una de sus familias de acogida, convirtió a un niño en hámster... Oh, y casi olvido lo más gracioso. Una noche se escapó del orfanato muggle. Cuando la encontraron en el zoológico había liberado a uno de los leones. No pudieron explicarse cómo pudo abrir una de esas pesadas jaulas sin ninguna llave. Además de que el animal se comportaba como un gatito mientras ella lo acariciaba con tranquilidad.

—Vaya, un largo historial de incidentes—comentó Ted—. Debe haber tenido al Ministerio ocupado estos diez años.

—El Ministerio quiere que tome medidas. Les he asegurado que no es peligroso que asista a Hogwarts pero quieren que su vigilancia sea absoluta y permanente. No quieren arriesgarse.

—Ya nos aconsejaron que no la trajéramos con nosotros pero...

—Lo sé. Lo sé. Y están en su derecho. Cuando la lleven en unos días a la...

Se hizo el silencio repentinamente. Amelia pegó más su oreja a la puerta, tratando de escuchar algo pero fue inútil. Un momento después se encontraba en el suelo. Habían abierto la puerta repentinamente y se había caído de bruces contra el suelo.

—¡Auch!—se quejó frotándose la nariz mientas alzaba la vista.

Ante ella se encontraba el anciano más extraño que había visto en su vida. Tenía una larga barba blanca y unas gafas de media luna y vestía una ropa tan extravagante que por un momento la niña creyó estar alucinando.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora