Capítulo 3.

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Tras tres raciones de pastel de ruibarbo con crema, Harry dejó la cuchara en el plato en el momento en que se hizo una pausa en la conversación general: el señor Weasley estaba recostado en el respaldo de la silla, saciado y relajado; Tonks, boste...

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Tras tres raciones de pastel de ruibarbo con crema, Harry dejó la cuchara en el plato en el momento en que se hizo una pausa en la conversación general: el señor Weasley estaba recostado en el respaldo de la silla, saciado y relajado; Tonks, bostezaba abiertamente; y Ginny, que había conseguido hacer salir a Crookshanks de debajo del aparador, estaba sentada con las piernas cruzadas en el suelo, lanzándole al gato corchos de cerveza de mantequilla para que fuera a buscarlos.

—Creo que ya es hora de acostarse —dijo la señora Weasley con un bostezo.

—Todavía no, Molly —intervino Sirius, apartando su plato vacío y volviéndose para mirar a Harry—. Mira, estoy sorprendido. Creía que lo primero que harías en cuanto llegaras aquí sería empezar a hacer preguntas sobre Voldemort.

La atmósfera de la habitación cambió con aquella rapidez que Harry asociaba a la llegada de dementores. Hasta hacía unos segundos había reinado un ambiente relajado y soñoliento, pero de pronto se había vuelto tenso. Un escalofrío recorrió la mesa cuando Sirius pronunció el nombre de Voldemort. Lupin, que se disponía a beber un sorbo de vino, bajó con lentitud la copa y adoptó una expresión vigilante.

—¡Lo he hecho! —repuso Harry indignado—. Les he preguntado por él a Ron y a Hermione, pero me han dicho que como ellos no pertenecían a la Orden no...

—Y tienen razón —lo interrumpió la señora Weasley—. Son demasiado jóvenes.

Estaba sentada, muy tiesa, en su silla, con los puños apretados sobre los reposabrazos. Ya no había ni rastro de somnolencia en ella.

—¿Desde cuándo tiene uno que pertenecer a la Orden del Fénix para hacer preguntas? —terció Sirius —. Harry se ha pasado un mes encerrado en esa casa de muggles. Creo que tiene derecho a saber qué ha pasa...

—Un momento, ¿por que Harry tiene derecho a saber y yo no? —terció Amelia, mirando su padre con indignación.

Sirius la miró con un gesto de comprensión. Llevaba toda la semana esquivando sus preguntas, entendía su molestia.

—Claro que tú también tienes derecho a saber, cariño —explicó—. Estaba esperando a que Harry llegara para poder explicarles a los dos...

—¿Y nosotros? ¡Nosotros llevamos un mes intentando sonsacarles algo y no nos han dicho nada! —protestó George.

—"Son demasiado jóvenes, no pertenecen a la Orden" —dijo Fred con una vocecilla aguda increíblemente parecida a la de su madre—. ¡Harry y Amelia ni siquiera son mayores de edad!

—Yo no tengo la culpa de que no les hayan contado a qué se dedica la Orden —comentó Sirius con calma—, eso lo han decidido sus padres. Harry y Amy, por otra parte...

—¡Tú no eres nadie para decidir lo que le conviene a Harry! —saltó la señora Weasley. Su rostro, por lo general amable, había adoptado una expresión amenazadora—. Supongo que no habrás olvidado lo que dijo Dumbledore.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora