Capítulo 19.

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Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre

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Todos se levantaron tarde el 26 de diciembre. Amelia apenas había pegado ojo pensando en cómo diablos recuperaría su colgante, sin embargo Harry se encargó de tranquilizarla una vez más, asegurándole que la ayudaría a recuperarlo.

Ron y Hermione, por su parte, parecían haber llegado al acuerdo de no tocar más el tema de su disputa de la noche anterior. Volvían a ser muy amables el uno con el otro, aunque algo formales. Amelia y Harry los pusieron al tanto de la conversación entre Madame Maxime y Hagrid, pero ninguno pareció encontrar tan sorprendente la noticia de que Hagrid era un semigigante. Pero aún menos pudieron imaginar los cuatro amigos las consecuencias que aquella revelación podría tener.

El primer día del segundo trimestre, al llegar a la cabaña de Hagrid para Cuidado de Criaturas Mágicas, encontraron ante la puerta a una bruja anciana de pelo gris muy corto y barbilla prominente.

—Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana —les gritó al verlos acercarse a través de la nieve.

—¿Quién es usted? —le preguntó Harry mirándola fijamente—. ¿Dónde está Hagrid?

—Soy la profesora Grubbly-Plank —dijo con entusiasmo—, la sustituta temporal de su profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas.

—¿Dónde está Hagrid? —insistió Amelia.

—Está indispuesto —respondió lacónicamente la mujer—. Por aquí, por favor —les indicó a continuación, y se encaminó a grandes pasos hacia el potrero en que tiritaban los enormes caballos de Beauxbatons.

Harry, Ron y Hermione la siguieron volviendo la vista atrás, a la cabaña de Hagrid. Habían corrido todas las cortinas. ¿Estaba allí Hagrid, solo y enfermo?

—¿Qué le pasa a Hagrid? —preguntó Harry, apresurándose para poder alcanzar a la profesora Grubbly-Plank.

—No te importa —respondió ella, como si pensara que él trataba de molestar.

—Sí me importa —replicó Harry acalorado—. ¿Qué le pasa?

La bruja no le hizo caso. Los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello. A toda la clase le hizo mucha ilusión, cosa que Amelia no vio con buenos ojos. Estaba bien, los unicornios eran bonitos, pero a ella le gustaban los escregutos de Hagrid.

No tardaron en darse cuenta, además, de que la razón de la falta de Hagrid era otra. Durante el almeuerzo vieron un artículo encabezado con una foto en la que Hagrid tenía pinta de criminal. Este rezaba: EL GIGANTESCO ERROR DE DUMBLEDORE y continuaba con una extensa argumentación sobre los peligros de tener a un semigigante como profesor, eso sin mencionar que hablaba de él como si fuese un tipo violento, salvaje y sin piedad, que se encargaba de aterrorizar a los estudiantes.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora