Amelia Black ha vivido toda su vida sabiendo que era diferente. Nunca supo el porqué ni el cómo pero sabía que era distinta. Lo que nunca pudo imaginar fue lo que era.
Una escuela de magia y hechicería, magos, varitas y escobas. Todo parece encaj...
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Harry no pudo pegar ojo en toda la noche. Estaba preocupado por Amelia después de su discusión. Ella había dicho que tenía problemas. De ser así, ¿por qué no había hablado con ellos antes? ¿Por qué no había hablado con él.
A la mañana siguiente, nada más levantarse, bajó al Gran Comedor con la esperanza de encontrar allí a su amiga. Sin embargo Hermione estaba sola y enfrascada en una de sus lecturas para clase de Transformaciones.
—¿Has visto a Amelia? —preguntó Harry sin siquiera sentarse.
—Buenos días a ti también —dijo Hermione.
—Buenos días —saludó con impaciencia—. ¿Has visto a Amy o no?
Hermione negó con la cabeza.
—Esta mañana volvió a salir muy temprano. No tengo idea de en dónde se mete —dijo preocupada—. ¿Ha pasado algo?
Pero Harry ni siquiera oyó su pregunta. Cuando la castaña quiso darse cuenta el niño de ojos esmeralda ya salía del comedor.
Harry deambuló por el castillo, preguntando de vez en cuando a gente que sabía que no lo odiaba tanto en esos momentos por si habían visto a Amelia, pero nadie tenía idea. Ya casi era hora de su primera clase y estaba por rendirse pues se quiso convencer de que ya la encontraría en el aula. Pero entonces recordó que había estado leyendo un viejo libro de la biblioteca y se preguntó si no habría ido allí.
Y efectivamente, allí estaba. No le costó encontrarla, estaba en el pasillo dedicado a la adivinación echando un vistazo a un par de libros.
—¿Amy? —dijo en un susurro para no ser regañado por la bibliotecaria y se acercó tímidamente—. ¿Podemos hablar?
Amelia alzó la vista del libro y lo observó completamente seria. No parecía enfadada pero tampoco se veía feliz de verlo. Harry se fijó en que estaba algo pálida y en que parecía realmente cansada.
Tosió tapándose con la túnica antes de decir:
—Dime —, y asintió dejando a un lado el libro y dándole toda su atención.
—Yo... Bueno, quería disculparme por... —se interrumpió al ver que Amelia no dejaba de toser—. ¿Estás bien?
Amelia asintió rápidamente.
—Sí, sí —aseguró con la voz rasposa por haber estado tosiendo—. Y oye, siento lo de anoche. No tuve que hablarte así, todo fue un malentendido y no debí enfadarme.
A continuación recogió sus cosas para marcharse.
—¿A dónde vas? Espera.
—Tengo que ir a clase —dijo—. Ya voy tarde.
—Amy, escucha —Harry insistió poniéndose en frente e impidiéndole avanzar.
