Capítulo 10.

3.1K 310 22
                                    

Ese mismo día Harry habló con la profesora McGonagall aunque tampoco tuvo resultado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ese mismo día Harry habló con la profesora McGonagall aunque tampoco tuvo resultado. Estaba decidido. Ni él ni Amelia irían a Hogsmeade. No había nada que hacer.

Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y, por supuesto, eso le pareció muy mal a Hermione, que puso cara de «mejor así», lo cual consiguió enfadar a Ron aún más.

Harry y Amelia tuvieron que aguantar que todos sus compañeros de clase comentaran en voz alta y muy contentos lo que harían al llegar a Hogsmeade.

—Por lo menos les queda el banquete —dijo Hermione—. Ya saben, el banquete de la noche de Halloween.

—Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.

El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sabría mucho mejor si acudían a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás, no después de pasarse la tarde con Snape.

—Arman mucho revuelo con Hogsmeade —trató en vano de consolarlos Percy—, pero les puedo asegurar que no es para tanto. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peligrosa. Y la Casa de los Gritos merece la visita, pero aparte de eso no se pierden nada.


La mañana del día de Halloween, Amelia se despertó al mismo tiempo que los demás y bajó a desayunar sin animo, aunque trató de disimularlo.

—Les traeremos un montón de golosinas de Honeydukes —les dijo Hermione, compadeciéndose de ellos.

—Sí, montones —dijo Ron.

Por fin habían hecho las paces él y Hermione, al menos de momento.

—No se preocupen por nosotros—dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete.

—Sí, diviértanse —añadió Amelia mientras acababa de comerse una tostada con mermelada.

Los acompañaron hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.

—¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

Harry no le hizo caso y él y Amelia subieron juntos por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, hasta la torre de Gryffindor.

—¿Contraseña? —dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.

—«Fortuna maior» —contestó Harry con desgana.

—Vamos, Harry, no te desanimes —dijo Amelia mientras entraban, tratando de animarse también a si misma—. Podemos jugar al Snap Explosivo o...

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora