Capitulo 13.

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Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa que de Sirius Black

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Durante los días que siguieron, en el colegio no se habló de otra cosa que de Sirius Black. Las especulaciones acerca de cómo había logrado penetrar en el castillo fueron cada vez más fantásticas: Hannah Abbott, de Hufflepuff, se pasó la mayor parte de la clase de Herbología contando que Black podía transformarse en un arbusto florido. Amelia procuraba ignorarlo todo pero había bastantes alumnos que obviamente creían que ella tenía algo que ver, que había ayudado a su padre a entrar y que era peligrosa, lo que o hacía las cosas demasiado fáciles.

Habían quitado de la pared el lienzo rasgado de la señora gorda y lo habían reemplazado con el retrato de sir Cadogan y su pequeño y robusto caballo gris. Esto no le hacía a nadie mucha gracia pero al parecer era el único lo bastante valiente (o estúpido) como para aceptar el puesto de la señora gorda. Sir Cadogan se pasaba la mitad del tiempo retando en duelo a todo el mundo, y la otra mitad inventando contraseñas ridículamente complicadas que cambiaba al menos dos veces al día.

Aunque lo que menos preocupaba a Amelia era sir Cadogan. La vigilaban muy de cerca. Los profesores buscaban excusas para acompañarla por los corredores y por lo que había notado a Harry también. Para colmo, Remus parecía haberse enfadado con ella por su fallido intento de capturar (o matar, mejor dicho) a Sirius Black y no la dejaba ir a verlo en las tardes.

Por otro lado, las clases con Snape tampoco mejoraron, tenía demasiados problemas como para despejar la mente y tener clases con el profesor de pociones no hacía más que amargar sus días y traerle recuerdos espantosos a la mente.

—Si no pones de tu parte no hay nada que yo pueda hacer, Black —dijo al final de la clase de esa semana—. Cierra tu mente, practica. Todo depende de ti. Nos vemos la semana que viene pero, si las cosas siguen sin avanzar me veré obligado a suspender estas clases de forma indefinida.

Claro que le alegraría que Snape dejara de darle clases particulares, pensó mientras volvía a su sala común. No estaría inventando excusas todo el rato y teniendo que ver más tiempo del necesario su horrible cara pero... Sabía que necesitaba esas clases. No quería que su mayor miedo se cumpliese. No si podía evitarlo.

No hacía más de cinco minutos que había llegado a la torre de Gryffindor cuando Harry volvió del entrenamiento de quidditch. Parecía algo abatido y sin duda lo estaba. Estuvo un buen rato hablando de que no iban a jugar contra Slytherin sino contra Hufflepuff.

—Y hemos practicado todos estos movimientos suponiendo que íbamos a jugar contra Slytherin, y en su lugar tenemos a Hufflepuff, y Wood ha dicho que su estilo de juego es muy diferente. Está insoportable —se quejaba su amigo—. Tienen un nuevo capitán buscador, Cedric Diggory...

—¿Diggory? —dijo Amelia distraídamente mientras se dejaba caer en un sillón junto al fuego—. ¿No es ese del que no dejan de hablar Parvati y Lavender?

Hermione asintió. Esas dos, que compartían cuarto con Amelia y Hermione, se habían pasado horas y horas hablando sobre lo guapísimo, fuerte y atractivo que era el tal Diggory.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora