Capítulo 7.

2.4K 233 38
                                    

A la mañana siguiente Amelia bajó con Hermione temprano para desayunar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A la mañana siguiente Amelia bajó con Hermione temprano para desayunar. La castaña seguía refunfuñando y protestando pero tras insistir e insistir Amelia la había convencido de que había mejores formas de defender los derechos élficos que morirse de hambre y ahora, después de devorar varios panecillos, parecía de mejor humor que en la mañana.

—Hoy no está mal. Estaremos fuera toda la mañana —dijo Ron pasando el dedo por la columna del lunes de su horario, que acababa de recibir—. Herbología con los de Hufflepuff y Cuidado de Criaturas Mágicas... ¡Maldita sea!, seguimos teniéndola con los de Slytherin...

—Y esta tarde dos horas de Adivinación —gruñó Harry, observando el horario.

—Tenían que haber abandonado esa asignatura como hice yo —dijo Hermione con énfasis, untando mantequilla en la tostada—. De esa manera estudiarían algo sensato como Aritmancia.

—La verdad es que por lo que he oido tiene que ser una risa tener a Trelawney como profesora —dijo Amelia terminándose su té de menta.

—Sí, una risa —dijo Hermione con escepticismo—. Es la clase más inútil que se podían haber inventado.

—Estás volviendo a comer, según veo —dijo Ron, mirando a Hermione y las generosas cantidades de mermelada que añadía a su tostada, encima de la mantequilla.

—He llegado a la conclusión de que hay mejores medios de hacer campaña por los derechos de los elfos —repuso Hermione escondiendo el rubor de sus mejillas.

—Sí... y además tenías hambre —comentó Ron, sonriendo.

De repente oyeron sobre ellos un batir de alas, y un centenar de lechuzas entró volando a través de los ventanales abiertos. Llevaban el correo matutino. Amelia no esperaba que Hawk volviera pronto pues hacía apenas un par de noches que había enviado una carta a su padre y si Hedwig aún no había vuelto, su halcón aún menos. Fue por eso que le sorprendió recibir una carta esa mañana. Un búho dejó caer un sobre de pergamino delante de ella.

—¿De quién es? —preguntó Ron con curiosidad.

Amelia tomó el sobre y leyó en el remitente: A. Dumbledore.

Entendiendo de qué se trataba guardó rápidamente la carta en el bolsillo de su túnica.

—Es... Solo es una carta de Remus —dijo como si nada—. La leeré luego, seguro que es para desearme un buen inicio de curso, lo hace todos los años.

Con unas ganas terribles de irse y leer la carta a solas, siguió a sus amigos hasta el Invernadero 3, donde tenían Herbología. Seguro que la carta de Dumbledore era para hablarle de sus clases particulares y eso la ponía nerviosa. Las clases con Snape no habían sido precisamente agradables y aunque sabía que Dumbledore sería mil veces mejor profesor, no le gustaba la Oclumancia en absoluto.

Durante los primeros minutos Amelia no pensó en otra cosa pero a medida que la clase avanzó fue concentrándose en exprimir los bubotubérculos que la profesora Sprout les había dado. Resultaba desagradable pues de ellos salía un pus asqueroso que fueron introduciendo en las botellas, tal como les había indicado la profesora.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora