Capítulo 5.

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En la tienda de animales Amelia se quedó tan ilusionada que se olvidó de la confesión de Lupin por un rato

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En la tienda de animales Amelia se quedó tan ilusionada que se olvidó de la confesión de Lupin por un rato.

—¿Qué te parece un gato, querida?—sugirió la mujer de la tienda.

Amelia vio que Remus podía mala cara mientras se alejaba de una de las jaulas con un gato dentro.

—Me parece que soy más de perros.

—¿Y qué hay de un sapo?—sugirió Remus.

—Ni los menciones—frunció el ceño.

—¿Una rata?

La niña hizo una mueca de asco.

—Muy bien, ¿y una lechuza?—inquirió la mujer.

—Son muy útiles para mandar cartas—comentó Remus.

—Eh... Si, supongo que una lechuza está... Espera. ¿Eso es un halcón?—saltó emocionada acercándose a la jaula.

Era grande, del tamaño de un cuervo, con la espalda de color gris azulado y la parte inferior blanquecina y con manchas oscuras.

—Un halcón peregrino. Es muy bonito pero algo esquivo. Podría atacarte—advirtió la mujer mirándolo con recelo.

—Quiero este—aseguró convencida, mientras observaba con fascinación a su nuevo amigo.

—Es peligroso, Amy. No creo que sea buena idea—argumentó Remus.

—Oh, vamos. Por favor—suplicó—. Tendré cuidado.

Lupin la miró durante un momento, dudando. Era demasiado blando.

—Está bien, está bien. Pero si es agresivo no puedes sacarlo de la jaula. No dentro del colegio o de casa, ¿entendido?

La niña asintió emocionada.

—Lo llamaré Hawk—dijo enseñándoselo a Tonks, cuando se reunieron con ella en la calle.

—Oh, vaya. Muy original—se burló la pelirosa.

—Pues a mi me gusta—dijo Lupin al ver el ceño fruncido de la niña.

Amelia le sacó la lengua a Tonks y continuó caminando con la mirada en alto. Nadie se metía con su Hawk.

—¿Quieres ir por un helado antes de volver a casa?—preguntó Remus sin inmutarse.

—Solo si es de tres sabores—sonrió ampliamente.

No había sido más feliz en su vida.


Los días siguientes pasaron volando. Amelia no se había divertido tanto en toda su vida como en el último mes. Desde que había llegado a la casa de los Tonks ya no se sentía sola. Dora le había enseñado a volar en escoba y a jugar al Quidditch; Remus le había prestado un montón de libros interesantes, incluido Historia de Hogwarts, y le había enseñado un montón sobre el mundo mágico; y sus tíos eran tan cariñosos y atentos que no podía sentirse más integrada. Y tenía a Hawk que, a pesar de ser un poco esquivo y muy temperamental con los demás, parecía sentir cierto apego por la pequeña pelinegra pues con ella era encantador. En efecto, Amelia no podía pedir nada más.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora