Capítulo 22.

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Había empezado marzo, y el tiempo se había hecho más seco, aunque el viento se mantenía gélido

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Había empezado marzo, y el tiempo se había hecho más seco, aunque el viento se mantenía gélido. Había retrasos en el correo porque este encima era tan fuerte que desviaba a las lechuzas del camino. La lechuza parda que Harry había enviado a Sirius con la fecha del viaje a Hogsmeade volvió el viernes por la mañana a la hora del desayuno. La carta de su padrino era casi tan corta como la anterior:

"Vayan al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Lleven toda la comida que puedan".

—¡No habrá vuelto a Hogsmeade!—exclamó Ron, sorprendido.

—Eso parece —observó Hermione.

—No puedo creerlo —dijo Harry muy preocupado—. Si lo cogen...

—Hasta ahora no lo han conseguido —le recordó Ron—. Y el lugar ya no está lleno de dementores.

Amelia no escuchaba. Había tenido unos días muy buenos últimamente. No se había metido en ningún lío ni la habían castigado, y Dumbledore le había estado enseñando hechizos defensivos muy útiles (la estaba dejando descansar un poco de la Oclumancia), por no añadir que ya no tenía pesadillas y eso hacía que sus ánimos estuvieran al máximo. La calma había vuelto. Pero ahora, con esa carta... ¡Por las barbas de Merlín! ¿Es que acaso su padre no podía ser más imprudente?

—Amy, ¿te encuentras bien? —preguntó Hermione viendo su cara pálida de preocupación.

Amelia asintió inmediatamente, no queriendo preocupar a sus amigos.

—Todo irá bien si tenemos cuidado —aseguró con una sonrisa, casi tratando más de darse ánimos a sí misma que a sus amigos.

La verdad era que quería volver a ver a su padre. Una parte de ella estaba ilusionada, aunque no terminaba de poder alegrarse pensando en la posibilidad de que lo descubriesen. No cuando no podía dejar de pensar en Moody y el mapa que Harry le había entregado.

Sin embargo, lo que ocurrió en la última clase de la tarde (doble hora de Pociones) la hizo olvidarse del tema al menos por un rato.

Pansy Parkinson había formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía. Todos miraban algo que Amelia no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de una de sus amigas y los vio acercarse.

—¡Ahí está, ahí está! —anunció con una risa tonta, y el corro se rompió.

Amelia vio que Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja.

—¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés Black! —dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Amelia, que la cogió sin entender nada.

En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran.

Amelia, Hermione, Harry y Ron se encaminaron hacia su pupitre al final de la mazmorra. En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, la niña se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba. Hermione, Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Amelia encabezaba un pequeño artículo "Los encantos de una Black":

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora