Capítulo 6.

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Al terminar de comer, los cuatro amigos salieron del castillo para dirigirse a su primera clase de Cuidado de criaturas mágicas

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Al terminar de comer, los cuatro amigos salieron del castillo para dirigirse a su primera clase de Cuidado de criaturas mágicas. Ron y Hermione no se dirigían la palabra e iban por detrás. Harry caminaba al lado de Amelia, en silencio, mientras descendían por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido. Compartían la clase con los de Slytherin y eso no entusiasmaba a nadie pero aun así la niña estaba ilusionada por tener a Hagrid como profesor.

El guardabosques esperaba a sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar. Se le notaba en los ojos, que le brillaban de ilusión mientras jugueteaba con sus manos nerviosas.

—¡Vamos, dense prisa! —gritó a medida que se aproximaba—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme!

Caminaron unos cinco minutos por el límite del bosque prohibido, hasta que hallaron ante un prado donde no había nada más que una valla de madera.

—Herms —dijo Amelia acercándose a su amiga, dispuesta a interrogarla un poco—. Oye, esta mañana desapareciste y...

—¡Acérquense todos a la cerca! —gritó Hagrid a espaldas de la niña, haciendo que se sobresaltara y pegase un respingo. Finalmente tuvo que desistir de hablar con su amiga y optó por dejar las preguntas para más tarde—. Asegúrense de que tienen buena visión. Lo primero que deben que hacer es abrir los libros...

—¿Cómo? —dijo la voz fría y arrastrada de Malfoy.

—¿Qué? —dijo Hagrid.

—¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron. Unos habían atado el libro con un cinturón, otros lo habían metido muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.

—¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.

La clase entera negó con la cabeza.

—Tienen que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Miren...

Cogió el ejemplar de Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderlo, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

—¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Draco despectivamente, ganándose una mirada de irritación de su prima—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

—Yo... yo pensé que les haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.

—¡Ah, qué gracia nos hace...! —continuó Draco—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren comernos las manos!

—Cierra la boca, Malfoy —le dijo Harry en voz baja.

Hagrid se había quedado algo triste y Amelia se sentía mal por él.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora