Capítulo 16

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Hermione susurró:

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Hermione susurró:

—¡Mobiliarbo!

El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se corrió hacia un lado suavemente, ocultándolos. Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Amelia vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.

Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó la voz de la que debía ser Rosmerta entregando a cada uno lo que había pedido.

Amelia sentía los latidos del corazón en la garganta. ¿Cómo no se les había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaban tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si querían volver al colegio aquella noche...

A la pierna de Hermione le dio un tic, algo que no la ayudó a tranquilizarse.

—¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.

Este dijo en voz baja:

—¿Qué va a ser, querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

—Sí, oí un rumor —admitió la señora Rosmerta.

—¿Se lo contaste a todo el bar, Hagrid? —dijo la profesora McGonagall enfadada.

Amelia reprimió una risita.

—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.

—Estoy seguro —dijo Fudge escuetamente.

—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? — dijo la señora Rosmerta—. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.

—Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti —dijo Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos. Están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

—Menos mal —dijo la profesora McGonagall tajantemente—. ¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?

—Bien dicho, bien dicho —dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.

—De todas formas —objetó Fudge—, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

—¿Saben? Todavía me cuesta creerlo —dijo pensativa la señora Rosmerta—. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un niño en Hogwarts. Si me hubieran dicho entonces en qué se iba a convertir, habría creído que habían tomado demasiada hidromiel.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora