A los pocos días Hermione ya había salido de la enfermería y, tras hablarle Harry del diario, estaba convencida de que Tom Riddle debía de tener algo que ver con la Cámara de los Secretos. Lo mismo pensaba Harry. Era muy posible. La Cámara había sido abierta hacía cincuenta años, en la misma época en que Riddle, al que habían premiado por sus Servicios Especiales al Colegio, había asistido a Hogwarts. Era muy probable que ese premio se debiera a que había descubierto al heredero. Sin embargo, no tenían forma de averiguarlo. Aun así, por algún extraño motivo que ni Harry podía explicar, seguía guardando el diario. De algún modo sentía que era importante.
Esa mañana, el niño llegó algo más tarde de lo habitual a desayunar. Se había quedado dormido a causa del agotamiento producido por el entrenamiento de Quidditch de la tarde anterior. Cuando entró al Gran Comedor creyó haberse equivocado de sitio. Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón y del techo de color azul pálido caía confeti en forma de corazones. Al acercarse a su mesa, Harry vio la cara de Ron, que parecía asqueado. Hermione, por su parte, reía tontamente.
—¿Qué pasa?—preguntó el niño confundido.
Ron simplemente señaló a Lockhart, que estaba en la mesa de los profesores, que no parecían demasiado contentos.
—¡Feliz día de San Valentín! —gritó entonces Lockhart—. ¡Quiero dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos ustedes... ¡y no acaba aquí la cosa!
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco, con alas doradas y pequeñas arpas.
Harry vio a Amelia, unos asientos más a su derecha, soltar una carcajada y hacer una mueca de burla. Tenía que hablar con ella, lo sabía, pero no sabía como acercarse, no después de tanto sin hablarse.
—¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —explicó Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoles felicitaciones de San Valentín!
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis— le dijo Ron, cuando abandonaban el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.
Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores y de Harry, que no parada de ver como a Amelia le entregaban cartas y más cartas. El pelinegro jamás se había imaginado que su amiga, que no solía relacionarse demasiado con la gente, tuviera tantos admiradores. De algún modo que no podía entender, eso le molestaba.
—No entiendo cómo puede recibir todo eso—comentó el niño, sin poder esconder su mal humor, mientras caminaban hacia el aula de Encantamientos al final de la tarde.
—Quizás es una broma—dijo Ron no muy convencido—. La verdad es que a todos les cae bien Amelia. Y es muy popular a pesar de que siempre esté sola.
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El secreto de Amelia Black
FanfictionAmelia Black ha vivido toda su vida sabiendo que era diferente. Nunca supo el porqué ni el cómo pero sabía que era distinta. Lo que nunca pudo imaginar fue lo que era. Una escuela de magia y hechicería, magos, varitas y escobas. Todo parece encaj...