Capítulo 2.

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—¡Black, devuélveme mi escoba!

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—¡Black, devuélveme mi escoba!

Amelia reconoció a su espalda la voz de su primo, que iba corriendo a su encuentro.

—No te la dejé para que...—Draco se interrumpió al ver a Harry y al resto de los amigos de su prima.

—Perdona, Draco—. Amelia enderezó la escoba, bajó de un salto y se la entregó—. Creo que mejor dejamos el helando para luego.

Malfoy no dijo nada. Se limitó a coger su escoba, comprobar que seguía en buen estado y marcharse con paso digno.

—Creo que esto es tuyo, Amy—le indicó Harry, que ahora la miraba con un desconcierto que distaba de ser divertido.

—¡Mi colgante, cierto!—. La niña lo tomó y se lo puso rápidamente.

A continuación, y sin percatarse de que todos la miraban aún con perplejidad, pasó a buscar a Hawk sobre su cabeza.

—Ese bicho emplumado. Se va a enterar cuento lo encuentre.

—Amelia, ¿qué hacías con Malfoy?

Ron hizo la pregunta que nadie se había atrevido a hacer hasta el momento. Aún se veían desconcertados.

—Bueno, solo me estaba dejando probar su escoba—dijo como si nada, mirando a todas partes y sin hacer apenas caso a su presencia—. ¿Alguno a visto a mi tía? La perdí hace como media hora y va a matarme cuando me...

—¡Amelia Cassandra Black!—. Los gritos furiosos de su tía, que se acercaba a toda prisa hacia ellos, la interrumpieron—. ¿Qué demonios creías que estabas haciendo? Podías haberte roto algo. ¿Es que no te había castigado ya? Desapareciste de la nada y ahora te encuentro subida a esa escoba que... ¡Ya no sé que hacer contigo, jovencita! Has estado a punto de llevarte por delante a esta gente, haz el favor de disculparte con estos niños.

—Eh... Lo siento, supongo—dijo la niña mirando a sus amigos algo avergonzada.

—¿Que supones? Ay, por las barbas de Merlín—se llevó una mano a la cabeza—. Disculpen las molestias, muchachos. Esta niña... Un día va a matarme. Su prima ya me da problemas pero nada comparado.

—¡Oye!—se quejó Amelia frunciendo el ceño—. Tía Andrómeda, estos son los amigos de los que te hablé—le explicó—. Con los que iba a verme para comprar las cosas del nuevo curso.

—Oh, así que son ellos—sonrió un poco más aliviada, aunque no menos molesta con su sobrina—. Es un placer. Son... Ron Weasley, por supuesto. Reconocería ese cabello en cualquier sitio—apuntó a Ron con un dedo y a continuación pasó a la niña de cabello castaño—. Hermione Granger. Según Amelia eres casi tan lista como ella. Considéralo un cumplido, querida.

Hermione río. Conocía muy bien a su amiga.

—Y tú—apuntó a Harry con una sonrisa—. Debes ser Harry Potter, claro. Amelia no deja de hablar de lo increíblemente bueno que eres jugando Quidditch. Debes de gustarle mucho para que esté dispuesta a admitir que alguien es mejor que ella en algo.

—¡Tía Andrómeda!—se quejó Amelia totalmente roja.

La mujer tan solo río.

—Es mi pequeña venganza. Bueno, te dejo con tus amigos. Aquí tienes el dinero para los libros. Yo debo ir a llevarle una cosa a tu tío al trabajo. Nos veremos en el caldero chorreante a las tres, ¿está bien?—. La niña asintió—. Amelia, pórtate bien. Ya hablaremos del incidente con la escoba en casa.

Amelia tragó saliva. Eso no sonaba demasiado alentador.

Andrómeda, que acababa de despedirse, ya se perdía entre la multitud.

—Vaya, parece que hoy le ha dado a todo el mundo por las entradas triunfales—dijo Ron—. Primero Harry y ahora tú, Amelia.

—¿A qué te refieres?—inquirió la niña.

—Harry usó polvos flu por primera vez y acabó en el callejón Knockturn—explicó Hermione.

—Y vi a Malfoy y a su padre en Borgin and Burkes—continuó Harry—. Habían ido a vender algunas cosas y el padre de Ron cree que está preocupado porque puedan descubrir que tiene artículos comprometedores.

—Espero que mi padre pueda pillarlo—continuó Ron—. Aunque mi madre no deja de advertirle que vaya con cuidado. Son una familia peligrosa. Todos saben que en su tiempo apoyaban a quien-ustedes-saben.

Amelia bajó la mirada. No le extrañaba en absoluto pero odiaba que fuera así.

—¿Qué tal si compramos unos helados?—preguntó Harry, sacando a Amelia de sus pensamientos.

Y eso hicieron. Compraron cuatro grandes helados de fresa y mantequilla de maní y los devoraron mientras subían por el callejón, observando los curiosos escaparates de las tiendas.

—Harry...—lo llamó Amelia mientras Ron y Hermione estaban distraídos mirando una vitrina—. L-lo que dijo antes mi tía...

—¿Lo de que soy mejor jugador de Quidditch que tú?—sonrió divertido.

—Que conste que yo nunca dije eso—se quejó la niña, no pudiendo ocultar el rojo de sus mejillas—. Puede que dijera que eres bueno pero no que seas mejor que yo.

—No sabía que jugaras al Quidditch.

—Bueno, mi prima me ha enseñado. Por cierto, no respondiste mis cartas—dijo la niña frunciendo el ceño a recordar.

—Creí que Hermione te lo habría explicado. No las recibí. Verás, tuve un problema con un elfo doméstico y...—. Harry le habló del extraño Dobby y de como había aparecido en su casa para pedirle que no asistiera a Hogwarts ese año.

—¿Y crees que sea cierto?

El niño se encogió de hombros.

—Fred cree que solo fue una broma.

Los niños continuaron visitando tiendas y tiendas, comprando pergamino, tinta y otras cosas que necesitaban y, por supuesto, entreteniéndose un rato. Estuvieron en la tienda de artículos de broma Gambol and Japes, donde encontraron a Fred, George y Lee Jordan, que se estaban abasteciendo de las «Fabulosas bengalas del doctor Filibuster, que no necesitan fuego porque se prenden con la humedad». También encontraron, en una tienda muy pequeña de trastos usados, a Percy, completamente absorto en la lectura de un libro sobre prefectos que no tenía pinta de ser demasiado interesante. El muchacho no dudó en echarlos a los cuatro.

Por lo que le habían dicho a Amelia, todos se encontrarían en Flourish and Blotts por lo que un rato después se dirigieron allí. Pero al acercarse, se encontraron con una multitud que se apretujaba en la entrada para que, según leyó Amelia, un tal Gilderoy Lockhart les firmara su autobiografía.

—¡Podremos conocerle en persona! —chilló Hermione, dejando a Amelia desconcertada—. ¡Es el que ha escrito casi todos los libros que usaremos este curso!

La multitud estaba formada principalmente por brujas poco mayores que su tía. En la puerta había un mago con aspecto abrumado, que pedía calma y orden a la gente que se empujaba para entrar la librería.


El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora