Amelia no supo cómo pero consiguió librarse de Hermione después del almuerzo, alegando que pasaría la tarde del sábado con Remus, ya que ella tenía mucho que estudiar. Tras discutir y discutir la había convencido, no sin prometer que si no la veía en la cena esta iría a ver a Dumbledore inmediatamente.
Ahora estaba en el estrecho pasadizo que daba a la casa de los sustos, dispuesta a ver a su padre. Por suerte la noche en que la sacó de ahí, Remus le enseño como atravesar el Sauce Boxeador sin ser herido.
Tras caminar por varios minutos la niña se encontró con una escalera de madera que daba a una trampilla. Observó por ella y al ver que se encontraba en el salón destrozado y viejo de la casa, salió y se sacudió el polvo.
—Eh... ¿Hay alguien? —dio adentrándose en la casa—. Sirius... Soy, yo.
—¿Amelia?
La niña dio un salto al escuchar a su padre a su espalda.
—Qué susto me has dado —dijo llevándose una mano al pecho.
—¿Qué haces aquí? —le dijo el hombre algo extrañado.
—Te... Traje comida —le enseñó el plato envuelto que le había llevado.
Lo cierto era que su padre tenía un aspecto horrible y a la niña le preocupaban las condiciones en las que estaba viviendo.
Sirius se quedó mirándola con seriedad sin decir una sola palabra.
—Yo... Sé que no debería estar aquí pero quería disculparme por lo del otro día y... Bueno, he tenido cuidado, nadie sabe donde estoy. Yo... Solo quería comprobar que estabas bien y... Lo siento, siento haberte lanzado todos esos crucios, creí que eras malvado y que habías matado a mi madre y quería haber venido antes pero Hermione me seguía a todas partes y no sabía como librarme de ella y encima ha discutido con Ron y Harry y yo no...
—Amelia, basta —dijo Sirius soltando una carcajada y estrechándola entre sus brazos—. Por Merlín, eres igual que tu madre.
Amelia le devolvió el abrazo.
—Lo siento —dijo sin soltarlo.
—No es tu culpa —le aseguró—. Dios, has crecido tanto —la miró con orgullo y casi con lágrimas en los ojos—. Jamás creí verte viva.
Amelia pasó la tarde con su padre. Lo primero que hizo el pobre hombre fue devorar con ansia la comida que su hija le había llevado. Cuando terminó de comer se mostró satisfecho aunque aún se vía enfermo y desnutrido.
—Puedo intentar traerte más mañana —dijo la niña en tono preocupado.
—No, Amy, ya te has arriesgado mucho al venir aquí hoy —le dijo con seriedad—. Voy a esta bien, de veras.
Amelia lo miró sin convencimiento.
—¿Y ese color de pelo? —dijo Sirius buscando cambiar de tema.
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El secreto de Amelia Black
Fiksi PenggemarAmelia Black ha vivido toda su vida sabiendo que era diferente. Nunca supo el porqué ni el cómo pero sabía que era distinta. Lo que nunca pudo imaginar fue lo que era. Una escuela de magia y hechicería, magos, varitas y escobas. Todo parece encaj...