Capítulo 13.

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Al terminar las vacaciones de Navidad Amelia volvió a Hogwarts con las pilas recargadas y los ánimos más altos

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Al terminar las vacaciones de Navidad Amelia volvió a Hogwarts con las pilas recargadas y los ánimos más altos. No había ocurrido nada durante las vacaciones y era maravilloso. Había podido disfrutar de unas Navidades tranquilas con su familia y se había olvidado de los problemas de los últimos meses.

Tuvo que dar algunas explicaciones por no haber respondido a las cartas que sus tíos y padrino le mandaban pero sus excusas parecieron suficiente. Excepto para Lupin, que estaba convencido de que a Amelia le ocurría algo.

—¿Prometes que estarás bien?—le había dicho a la niña antes de que se fuera—. Puedes contarme lo que quieras. Lo sabes, ¿no, Amy? No importa lo que sea. Escríbeme siempre que lo necesites.

Amelia no fue capaz de confesarle lo que la había tenido tan alterada. En cambio solo pudo abrazarlo y darle las gracias. Con suerte todo ya habría terminado y ella no tendría que hablar de ello con nadie nunca más.

Lo único que temía ahora que había vuelto era que más ataques se produjeran y descubrir que el problema era suyo y no del diario de Riddle. Sus nervios estaban de punta cuando llegó esa tarde al castillo y la ausencia de Hermione no ayudó a disiparlos. No pegó ojo en toda la noche, preguntándose dónde estaría su amiga y esperando a que apareciera en cualquier momento. Finalmente Amelia se quedó dormida.

Al otro día se despertó tarde y, al ver que Hermione no parecía haber dormido en su cuarto, corrió al Gran Comedor, con la esperanza de encontrarla allí. Pero lo que oyó por los pasillos solo consiguió aumentar su angustia. Todos comentaban que Hermione había desaparecido y se preguntaban si sería la nueva víctima del heredero de Slytherin. Amelia, entonces, corrió aún más deprisa para llegar al comedor y se acercó a la mesa de Gryffindor, donde solo quedaban Ron, Harry y otros pocos alumnos a los que la niña apenas conocía.

—¿Es cierto lo de Hermione?—preguntó con la voz entrecortada y jadeante por haber estado corriendo—. Todo el mundo habla de lo mismo peor no es posible, ¿verdad? Hermione... Díganme que está bien por favor.

Sus mirada irradiaba angustia y preocupación pero los niños solo pudieron mirarla con extrañeza. Llevaba semanas, sin hablarles y ahora venía corriendo y les soltaba todo ese discurso que los había desconcertado.

—Eh.... Ella está bien, Amelia—dijo finalmente Ron—. Solo tuvo un incidente con la poción multijugos que preparamos.

Amelia suspiró de alivio y se quedó mirando a los niños. Tenía que disculparse. Era el momento.

—Oigan, yo...

Pero no fue capaz de decir nada. Por una vez en su vida se había quedado sin palabras. De verdad tenía miedo de que sus amigos no aceptasen sus disculpas, de que al rechazaran y de haberlos perdido para siempre por culpa de su comportamiento de las últimas semanas.

—Tengo que irme—dijo finalmente, bajando la vista y marchándose apresuradamente.

Quizás Malfoy tuviera razón y ella no estuviera hecha para estar en Gryffindor. Cada día estaba más sola y sentía que encajaba menos entre los leones.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora