Capítulo 17.

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Amelia se había sentado junto a la ventana en clase de Transformaciones, cosa que no había sido muy buena idea pues desde allí podía ver a varios alumnos de Durmstrang jugando al Quidditch en su tiempo libre y solo podía quedárseles viendo mientra...

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Amelia se había sentado junto a la ventana en clase de Transformaciones, cosa que no había sido muy buena idea pues desde allí podía ver a varios alumnos de Durmstrang jugando al Quidditch en su tiempo libre y solo podía quedárseles viendo mientras deseaba bajar a jugar ella también.

—¡Black! —la enfadada voz de la profesora McGonagall la hizo sobresaltar hasta tal punto que casi se cae de la silla al echarse hacia atrás. Todos sus compañeros aguantaron la risa mientras la profesora la observaba con enfado—. Estoy segura de que los muchachos de Durmstrang seguirán allí para cuando la clase termine, pero ahora le pediría que se centrara.

Amelia se ruborizó. ¡Ella solo quería jugar al Quidditch!

—Como decía, este año se celebrará el baile de Navidad —dijo McGonagall de vuelta a la clase—. Este constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo desean pueden invitar a un estudiante más joven...

Lavender Brown, detrás de Amelia, dejó escapar una risita estridente. Parvati Patil le dio un codazo en las costillas, haciendo un duro esfuerzo por no reírse también, y las dos miraron a Harry, que estaba junto a Amelia, la cual rodó los ojos de forma inevitable.

—Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada—. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación.

Lavender se rió más fuerte, poniéndose la mano en la boca para ahogar el sonido. Amelia comprendió dónde estaba aquella vez lo divertido: la profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño muy apretado, no parecía haber echado nunca una cana al aire, en ningún sentido.

—Pero eso no quiere decir —prosiguió la profesora McGonagall— que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio.

Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro.

La profesora McGonagall llamó por encima del alboroto:

—Potter, por favor, quiero hablar contigo.

Amelia se despidió del niño con un gesto de ánimo y se unió a Ron y a Hermione, que se habían adelantado.

—Todo el mundo se ha puesto como loco por el baile —comentó Hermione.

Amelia hizo una mueca.

—Ahora entiendo a qué venía el vestido que me regaló mi prima.

—Y yo el horrible traje de gala que me dio mi madre —Ron puso cara de asco—. No sé como alguien va a querer ser mi pareja con eso.

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora