Capítulo 9.

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Amelia se sobresaltó al oír a su primo

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Amelia se sobresaltó al oír a su primo.

—¡Teman, enemigos del heredero! ¡Los próximos serán los sangre sucia!

La niña acababa de llegar y ahora, asustada, observaba entre la multitud la horrible imagen de la gata colgada y el graffiti sangriento.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?— Filch se abría paso a empujones, dirigiéndose a Hermione, Ron y Harry.

Entonces vio a la Señora Norris y se echó atrás, llevándose las manos a la cara, horrorizado.

—¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? —chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry—. ¡Tú! —chilló—. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata! ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti!

Amelia palideció y bajó las mangas de su túnica para tapar sus manos, de las que salían chispas de magia roja. Por suerte Dumbledore apareció para calmar al conserje. Se llevó a sus amigos y a Filch.

Amelia se quedó allí un momento, después de que todos se hubieran ido, observando la pared con gesto angustiado.


Amelia se quedó esperando a Harry, Ron y Hermione hasta tarde en la sala común. Cuando entraron la niña corrió hasta ellos.

—¿Qué ha pasado? Dumbledore no se habrá creído que fue Harry, ¿verdad?—preguntó atropelladamente, con la mirada llena de preocupación.

—Claro que no—dijo Hermione—. Ha dicho que es inocente hasta que se demuestre lo contrario.

—¿Y la Señora Norris...?—Amelia no se atrevió a continuar, hizo una mueca—. ¿Filch está muy afectado?

—No está muerta—explicó Ron—, la han petrificado. Cuando las mandrágoras maduren podrán conseguir el antídoto.

Amelia no supo si eso la hacía sentir mejor.

—¿Creen que debí decirle a Dumbledore sobre la voz que oí?—dijo Harry, dejándose caer en un sillón.

Amelia hizo una mueca de confusión.

—¿Qué voz?

—Harry oyó... —Hermione lo miró con cierta preocupación— una voz, antes de que encontraremos a la señora Norris. Ni Ron ni yo la escuchamos. Fue muy extraño.

—Decía que iba a matar a alguien—dijo Harry—. Y luego encontramos a la gata.

Amelia palideció aun más, si es que eso era posible.

—Yo creo que lo mejor es no mencionarlo—argumentó Ron—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.

—Tú me crees, ¿verdad?

—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero... tienes que admitir que parece raro...

El secreto de Amelia BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora