Young Soo de pronto recordó las veces que Daiki se hizo presente después del día que el chamán le dijo que lo dejara ser porque se iría por sí solo.
Las lágrimas de Miranda provocaban las apariciones, eso lo tenía claro, también se prometió que no haría nada para hacerla llorar... y ciertamente lo cumplió porque no pasaban tiempo juntos salvo después de la cena cuando se juntaban para ver las estrellas o alguna otra actividad que el niño quisiera hacer en ese momento...
Pero no podía controlar lo que hacía cuando no estaba con ella: una vez lloró porque estaba cortando cebolla, Daiki apareció, vio la situación... pero aún así fue a su oficina para darle un buen susto. Otra vez fue porque vio una película triste a medianoche, y Young Soo prácticamente explotó, furioso.
-¿¡No puedes controlar las apariciones, maldita sea!?
-Evidentemente no. Mi alma no conoce la diferencia entre lágrimas de angustia de verdad... y lágrimas por Hachiko. Le dije mil y una veces que no vea esa película... siempre la hace llorar.
Tuvieron una breve discusión sobre que Daiki debía aprender la diferencia porque Young Soo no tenía nervios de acero, tampoco la paciencia, el esposo fantasma tuvo el descaro de burlarse y desaparecer. No volvió después de eso...
Hasta ese día.
-Daiki...
-¿Va intentar excusarse después de lo que escuché?
-No.
-Bien. Entonces debes atenerte a las consecuencias, Young Soo-san.
-¡No pienso aceptar una amenaza tan...! ¡Yia!-gruñó, cediendo a la furia otra vez porque Daiki desapareció, dejándolo con las palabras en la boca.
-¡Señor! ¿Pero qué...?
Uno de los sirvientes lo habló desde el interior de la casa principal, cuando se dio vuelta para enfrentarlo notó que observaba las rajaduras del vidrio del ventanal con la boca abierta
-Mandaré a alguien para que repare esto por la tarde.-dijo, recuperando la dignidad y estatus.-... pediré un vidrio más resistente.
Daiki apareció en la casa anexo, Miranda no estaba en la mesa del comedor, tampoco en uno de los sillones del recibidor, la última opción era la habitación... así que se deslizó hasta ella. Efectivamente estaba ahí, sentada en el piso, con la espalda apoyada en el borde de la cama y abrazándose las rodillas.
Era la pose de una mujer que llegó al límite de sus fuerzas.... Y le dolió no poder hacer o decir algo para consolarla.
-Ese maldito idiota...-murmuró, con la cabeza enterrada entre las rodillas.
Suspiró e hizo lo único que su cuerpo incorpóreo le permitía: sentarse a su lado y escucharla.
Miranda levantó la cabeza y se secó las lágrimas que se habían deslizado por sus mejillas con furia... no a Young Soo, precisamente, sino a sí misma.
-Odio sentirme así... ¿Por qué tengo que llorar porque estoy furiosa? Ojalá pudiera descargar mi enojo con puños... pero no puedo, en vez de eso, lloro. Soy tan... patética...
-No digas eso. Llorar es lo más elemental del ser humano... y es una respuesta normal a las emociones que estás pasando en este momento.
Sabía que era inútil hablar porque ella era incapaz de escucharlo, no obstante era más fuerte que él. Era eso o ir directo hasta Young Soo para darle unos buenos sustos.
-¿Cómo puede pensar que provoco la tristeza de mi hijo a propósito? Ryo siempre fue muy empático y perceptivo... no sé de quién sacó eso, la verdad.-soltó una risita triste.-creo que lo aprendió de Daiki... él sabía leer a las personas...
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Destinos enlazados ┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓN
RomanceEl futuro parecía brillar para Miranda Ocampo tras trasladarse a Seúl para estudiar el idioma coreano en una de las universidades más prestigiosas. Sin embargo, una tormentosa relación de una noche cambió sus planes para siempre. Al descubrir que es...