-¡Oooh, mami, te tapa toda la cara! ¿Puedes verme, verdad? ¿Hola? ¿También puedes escucharme?
Miranda apretó los labios y se quitó la máscara de buceador con dos filtros de aire de la cara. Bueno, no era para buceadores, pero apenas Young Soo se la entregó esa mañana, no pudo evitar compararla como la que ellos usaban.
-No llega a taparme las orejas, así que sí, puedo escucharte, corazón.-añadió con una sonrisa y pellizcó la punta de la nariz de Ryo, quien soltó una risita por el gesto.
Su risa la revitalizaba, después de todo lo que pasó, necesitaba la risa de su niño, necesitaba pensar que todo estaría bien.
-Tienes que medirte la otra, mami, el tío Young Soo dijo que iba a traer más si era necesario.
¿¡Más!? Deseó chillar, y le costó horrores no suspirar como si se le fuera la vida en ello. Cuando Young Soo comentó que tenía unas máscaras especialmente diseñadas para personas con alergia severa al polvo fino, pensó que tendría unas dos o cinco como máximo, no pensaba que tenía la posibilidad de elegir... hasta que se presentó esa mañana con una caja, la cual contenía un total de treinta máscaras.
-No creo que lo sea...-murmuró, miró la caja sobre la mesa de luz al lado de su cama de hospital, y sacó otra, era igual a la anterior, según su criterio, pero Young Soo insistió en que tenían distintos filtros de aire, y la idea era encontrar el modelo que se adaptara a sus necesidades, que era básicamente no morir por la asfixia apenas se expusiera al aire exterior.
-Miawmiaw.
Princess pegó un elegante salto para quedar en medio de la cama, Miranda sonrió y acarició todo su lomo hasta la cola esponjosa, la gata después restregó la cara contra la palma de su mano, en busca de más mimos. Princess y Ryo eran los únicos visitantes que no le generaban estrés, el resto la miraba o la trataba como si fuera a desmayarse en cualquier momento... y que usaran batas de hospital y se desinfectaran las manos dos veces antes de entrar a la habitación, no ayudaba mucho.
-¿Ya probó todas las máscaras?
Young Soo ingresó a la habitación, antes de llevarle a Ryo esa mañana, se dio el tiempo de darse un baño y cambiarse de ropa ya que se quedó hasta la madrugada cuidándola... otra vez.
Se tomó muy en serio la promesa que le hizo a su niño.
-No...-murmuró, de repente incapaz de mantener el contacto visual.
-¡Va once de treinta, tío Young Soo, le faltan diecinueve!
Young Soo sonrió con tanta ternura que dolía, se acercó a la cama y despeinó al niño con un gesto juguetón.
-Muy bien, dragoncito. Ya casi es hora de irnos, así que...
-¿Yaaa?-rezongó Ryo con un pucherito demasiado adorable.
-Sí, accedimos a que entres una hora tarde a la escuela porque por fin puedes hablar con tu mamá sin que esté conectada al respirador, faltan unos minutos para que se cumpla esa hora, dragoncito.
-Uhmmm.-murmuró con el mismo pucherito.
Miranda estiró la mano para tomar la de su niño con una sonrisa tranquilizadora.
-Estaré en casa cuando regreses de la escuela, corazón, no te preocupes, el doctor dijo que iba a darme el alta a la tarde ¿Recuerdas?
-Eso si termina de medirse las máscaras, el doctor también tiene que darle el visto bueno.
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Destinos enlazados ┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓN
Lãng mạnEl futuro parecía brillar para Miranda Ocampo tras trasladarse a Seúl para estudiar el idioma coreano en una de las universidades más prestigiosas. Sin embargo, una tormentosa relación de una noche cambió sus planes para siempre. Al descubrir que es...