Capítulo 8

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-¿Todavía te duele, corazón?

-Un poquito, mami.

Miranda respiró profundo y acarició la frente de su hijo, que estaba hecho un bollito sobre su cama, abrazándose el estómago. No obstante, el gesto de dolor era menor que el día anterior, cuando despertó con tanto malestar que ella tuvo que llevarlo al hospital casi corriendo con él en brazos. Le dijeron que sólo era una simple indigestión y que con un laxante para niños y reposo estaría bien.

-¿Quieres que duerma a tu lado hoy? Puedo cantarte la canción de papá otra vez.

Eso iluminó su semblante, dándole un buen halo de esperanza a Miranda en medio de tanta impotencia.

-Me gusta la canción de papá.

-Lo sé, corazón.-sonrió con ternura y se acostó a su lado, el pequeño se arrimó para acomodarse bajo su brazo, ella posó la mano en su hombro y palmeó con suavidad mientras cantaba su canción favorita. Daiki la entonaba para hacerlo dormir cuando era bebé, y él se la enseñó poco después, así los dos podían cantársela cuando les tocaba levantarse para darle de comer o cambiarle el pañal. Era como un mantra que traía el sosiego no tan solo para dormir, sino para calmar dolores del alma.

-Ashita kyou yori mo suki ni nareru...afureru omoi ga tomaranai, imamo konna ni suki de iru no ni kotoba ni dekinai. Kimi to no kureta hibi ga tsumikasanari sugisatta hibi futari aruita kiseki, bokura no deai ga moshi guuzen naraba unmei naraba kimi ni meguriaeta sore ga kiseki...

Mañana te querré más de lo que te quiero hoy, estos desbordantes sentimientos no se detendrán. Ahora mismo te quiero tanto que no puedo expresarlo con palabras. Los días que pasamos juntos se acumulan, los días pasaron y nosotros recorrimos la misma travesía. Si nos conocimos de casualidad... si fue cosa del destino... que nos hayamos conocido es un milagro.

Ryonosuke se durmió poco después, Miranda se quedó un rato más para ver cómo su pecho subía y bajaba en un ritmo tranquilo, aparentemente sin dolor que lo atormentara.

-Pss, pss.-Yurika chistó con suavidad desde la puerta, Miranda alzó la vista y sonrió-¿Ya está dormido?-susurró, apenas audible.

-Sí.-contestó de la misma manera.

Su amiga avanzó hasta la cama, casi de puntitas, miró dormir a su hijo y sonrió con tanta ternura que Miranda tuvo que tragar con fuerza para evadir el nudo en la garganta. Era su mejor amiga, el único ser humano dispuesto a cuidar de su hijo sin pedir nada a cambio. Besó sus dedos, y esos los posó en la cabeza de Ryonosuke, un beso silencioso para no perturbar su sueño.

-Los dejaré descansar, llama si me necesitas, amiga.

-Gracias, Yuri-chan. Gracias por todo...

Ella movió la mano como quitándole importancia.

-Ni lo agradezcas. Sólo descansa ¿Si?

Miranda asintió como única respuesta y sonrió con suavidad, Yurika partió, otra vez de puntitas, y hasta que no escuchó el cerrojo de la puerta de entrada, no se permitió suspirar, rogando que tanto el cansancio físico como mental escapara en ese suspiro y le diera fuerzas para enfrentar el día siguiente. Todo era culpa de su inflexible jefe, que sólo le dio el día libre el día anterior cuando Ryonosuke amaneció con ese malestar y fue al hospital, ella prácticamente le suplicó que le diera por lo menos dos días más, pero no lo aceptó, en cuanto dijo que solo era una indigestión, desestimó su preocupación y angustia por la salud de su hijo como si fuera nada y le exigió que regresara al día siguiente, por eso tuvo que llamar a Yurika para que lo cuidara, y ella aceptó sin pensarlo dos veces. Cada vez que terminaba una clase la llamaba para preguntarle cómo estaba su pequeño, y le contestaba que aún sentía malestar, pero a medida que avanzaba el día, iba recuperando el ánimo, incluso hicieron algunas figuras de origami juntos. Si su hijo ya tenía fuerzas para hacer origami, entonces todo iba a estar bien. No obstante, no podía quitar esa sensación de angustia e impotencia en su corazón, temblaba de solo recordar la palidez del niño cuando fue a despertarlo, su gesto de dolor, sus quejidos. Le faltaron las manos para abrigarlo y correr al hospital. No era la primera vez que él enfermaba en sus siete años de vida... pero era la primera vez sin Daiki a su lado para tranquilizar sus nervios de madre primeriza. Él siempre fue su calma en medio de un huracán de emociones.

Destinos enlazados ┃Latinas en Asia┃EN EMISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora