𝗺𝗶𝗻𝗱𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸𝗲𝗿 ⸺ pietro maximoff

1.31 - Soltar

Mer servía el desayuno para Natasha, a quien habían dado de alta hace dos días, pero aún soportaría el yeso unas semanas más.

La castaña había preparado varios pancakes, con un gran vaso de chocolate caliente para cada una, pues el frío otoñal comenzaba a llegar.

— Ya casi es tu cumpleaños —soltó Natasha

— No es verdad —negó ella casi de inmediato

— Por supuesto que sí —reclamó la pelirroja, mientras le ponía miel de maple a sus pancakes

— Natasha, cuando te confié ese secreto lo hice porque sabía que no me lo recordarías —replicó, bastante seria

— Está bien, está bien —asintió la pelirroja— Pero es dos días después de que me quiten el yeso, así que deberíamos celebrar

— ¿Celebrar que te quiten el yeso? —frunció el ceño confundida

— ¡Tu cumpleaños! —exclamó divertida

— ¿El cumpleaños de quien? —una tercera voz se unió a la conversación

— De Mer —señaló Natasha, recibiendo una mirada amenazadora de parte de la mencionada

— ¿Ella sabe la fecha? — cuestionó Wanda, sorprendida

— Sólo lo sabe porque hurgó en mi expediente — la castaña rodó los ojos

— Deberíamos hacer una fiesta — sugirió Natasha, y Wanda asintió apoyándola, mientras se servía pancakes para sentarse a desayunar con ellas

— Deberías celebrarlo — sugirió Wanda una vez más — El ambiente últimamente está muy decaído por aquí, tal vez una fiesta nos haga más felices

— La última vez que fui a una fiesta un robot trató de asesinarnos — negó Mer

— ¿Ultrón? — Wanda frunció el ceño

Ambas asintieron.

— Esta vez no será igual — aseguró la pelirroja — Sólo seremos nosotros y mucho pastel

— Ya dije que no — se negó nuevamente — Si quieren hacer una fiesta celebren otra cosa, porque yo no tengo nada que celebrar

Mer cambió su expresión a una seria, mientras esquivaba la mirada de sus compañeras.

Su cumpleaños era un tema difícil, y las razones para no celebrarlo eran muy difíciles de compartir, por eso no le gustaba que insistieran, pues sabía que no tenía el valor suficiente de decir la verdadera razón por la cual lo odiaba.

Después de unos minutos, Steve y Pietro llegaron a la cocina.
Ambos se veían exhaustos y hambrientos, seguramente habían entrenado desde temprano.

— Buenos días — saludaron ambos, mientras le daban un vistazo al desayuno

Pietro se acercó para para dejar un pequeño beso en la mejilla de Mer, quien sólo lo aceptó con una sonrisa a medias.

— Hay panqueques si quieren, y chocolate caliente en la olla — señaló Mer, sin mucha importancia

Los ánimos de la chica habían cambiado con tan sólo pensar en su cumpleaños.

— ¿Tú los preparaste? — cuestionó Pietro, mientras llevaba una cucharada a su boca

Mer sólo asintió.

— Son deliciosos — sonrió el velocista, disfrutando cada parte dulce del desayuno

— ¿Verdad que sí? — lo apoyó Wanda