3.15 - Pepperoni

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Domingo por la mañana

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Domingo por la mañana. Mer terminaba de recibir su precioso mueble color verde. Sólo tenía que firmar una hoja de recibido, y el hombre de la paquetería se iría.
Ese sillón por fin sería todo suyo.

El hombre apenas salió de ahí, Mer cerró la puerta.

Dirigió su mirada a su sala, y una sonrisa se dibujó en su rostro sin poder evitarlo.

Por fin tenía un mueble nuevo. Sin sangre de Frank Castle, y a un precio razonable.

Valió la pena usar el tiempo de su sábado paseándose por cientos de tiendas. Ese sillón era perfecto.

Estaba lista para lanzarse ahí, y poner algún show de drama policíaco en la televisión, mientras esperaba que Pietro llegara.

Muy temprano esa mañana, había decidido ser ella quien daría el primer paso esta vez.
Así que, lo llamó, y lo invitó a comer.

El sokoviano aceptó de inmediato, y luego de una pequeña charla, decidieron que sería buena idea preparar pizza juntos.

Mer ya tenía todos los ingredientes en casa, excepto por la salsa de tomate, que Pietro se encargaría de comprar.

El hecho de pasar tiempo juntos, ponía a Mer en un dilema. Se convencía de que quería estar con él, pero, conforme más tiempo pasaban juntos, más se daba cuenta de lo mucho que habían cambiado sus vidas en los últimos meses.

Ella quería que todo volviera a como era antes. Quería su relación de vuelta. Sin embargo, antes todo era más fácil, y ahora, cada uno tenía compromisos que cumplir.
Pietro en Edimburgo, y ella en Nueva York.

Si querían volver a ser algo más que amigos, entonces tendrían que acoplar sus vidas, lo que significaría modificar todo lo que les había costado construir. Una situación difícil de la que había que hablar tarde o temprano.

Tal vez ese sería el día. O tal vez no.

Los golpes en la puerta sacaron a Mer de sus pensamientos, y de inmediato apagó la televisión para dirigirse a abrir.

Ahí, se encontró con Pietro.

Sus bonitos ojos azules la observaron de arriba abajo antes de poder decir cualquier cosa.

Ella dibujó una sonrisa en su propio rostro, mientras sentía sus mejillas enrojecerse ante la mirada del ojiazul.

— Buenos días —saludó, con amabilidad.

— Buenos días, velocista. Pasa.

Sin dudarlo, siguió su indicación y se adentró al departamento.

Un lugar bastante espacioso. Muy bonito. Decorado de una manera muy particular. Muy al estilo Mer.

— Lindo lugar —señaló él, con una sonrisa— Desde afuera se ve más pequeño.

𝗺𝗶𝗻𝗱𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸𝗲𝗿 ⸺ pietro maximoff Donde viven las historias. Descúbrelo ahora