3.17 - Him

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Mer abrió la puerta de su departamento, y justo detrás de ella entró Pietro.

Sus ojos azules expresaban pura ansiedad. Quería probar la pizza tan rápido como se pudiera. Estaba hambriento, después de esa inesperada visita a la estación de policía de la que Mer había hablado muy poco.

Apenas estuvieron ambos adentro, el ojiazul corrió al horno a sacar la pizza. La había dejado ahí para mantenerla caliente mientras llegaban.

La pizza en forma de círculo ahora yacía sobre la barra de la cocina de Mer. El queso derretido estaba por todos lados, y el pepperoni junto a las especias se revolvían entre el perfecto color blanco de este.

Mer dejaba su bolso en la entrada, cuando el sokoviano ya estaba casi listo para servirla.

— ¡Por fin! —celebró Pietro, con una amplia sonrisa— ¿Estás lista para probarla?

— Obviamente —asintió ella mientras caminaba por la cocina para lavarse las manos.

Con toda confianza, Pietro tomó dos platos de la alacena.

— Veo que estás muy emocionado —dijo ella, sonriendo de lado

— Lo estoy —asintió repetidas veces— La hicimos juntos, me emociona probar nuestra creación.

Mer soltó una ligera risita, y se encogió de hombros, mostrándose de acuerdo.
Caminó varios pasos hacia su alacena, y tomó dos copas. En el rincón de ese gabinete, había una botella de vino nueva que la castaña estaba guardando para una ocasión especial.

Esa era la ocasión especial.

Puso la botella sobre la mesa, y Pietro frunció ligeramente el ceño, esperando una explicación.

— ¿Puedes tomar alcohol? —inquirió él— Creí que...

— Sí puedo —sentenció antes de que él continuara hablando

Sin mucho que poder decir, Pietro accedió.
La ayudó a abrir la botella, y seguido de eso, se encargó de servir el liquido en ambas copas.

Cuando todo estuvo listo, cada uno estaba de un lado de la barra, mirándose de frente.

Ambos probaron la pizza sin poder esperar más, y en sus rostros se dibujó una inmediata sonrisa llena de satisfacción.

— ¡Es deliciosa! —celebró el ojiazul, relamiendose los labios

Mer asintió de acuerdo, soltando una risita emocionada mientras lo veía tan feliz.

Continuaron comiendo, no sin antes chocar sus copas con elegancia, y luego soltar unas cuantas risas burlonas.

Hablaban de todo, y casi nada.

Estaban extasiados con el maravilloso sabor de la pizza que habían hecho juntos. Todos esos sabores inundando su paladar, conjugados con la conversación relajada que llevaban, era un momento que ambos querían recordar para después.

Era una pequeña curita al corazón roto de ambos, que poco a poco iba tomando forma de nuevo.

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Pietro terminó de lavar los platos sucios, y seguido de esto, le echó un vistazo al reloj de pared que colgaba en la sala de Mer.

Ya era tarde, y aunque no se quería ir, tenía que hacerlo o podría poner en riesgo su vida en el camino.

Mer yacía acostada en su precioso mueble verde, con una pequeña sonrisa mientras miraba una serie en la televisión.
Estaba muy llena. El hambre no volvería hasta el siguiente día.

Pietro se acercó a pasos suaves, y se dedicó a observarla ligeramente hasta que sus miradas chocaron.

— Tengo que irme —anunció el sokoviano, con una sonrisa de lado, poco satisfecho

— Oh, lo sé —asintió Mer, formando un ligero puchero con sus labios

Trató de levantarse del mueble, pero sintió un horrible pesar sobre sus hombros. No quería poner los pies en el suelo.

Pietro soltó una risita mientras fruncia el ceño, y negó con la cabeza para detenerla.

— Sé dónde está la puerta —dijo, para no molestarla

— Oh, no —renegó fácilmente, levantándose finalmente del sofá— ¿Qué clase de anfitriona sería si dejo que mis invitados se auto-despidan?

— Una anfitriona cansada, y muy llena —soltó una risita, con obviedad

— Ajá, no quiero ser eso.

Finalmente, Mer se plantó frente al sokoviano, y le dedicó una sonrisa alegre, que recibió de vuelta con facilidad.

— Gracias por venir, Pietro.

— Gracias a ti por invitarme, Mer.

Sus miradas conectaron, y fue como si un choque electrizante los recorriera a ambos.

Los pupilas del ojiazul comenzaron a dilatarse, y su corazón comenzó a latir cada vez más fuerte.

La mirada de Mer se volvió más intensa, y de pronto dejó salir un suspiro lleno de emociones.

Pietro notó las emociones que recorrían a la castaña y se acercó suavemente a envolverla entre sus brazos en un tímido abrazo.

Ella no pudo resistirse y pasó sus brazos alrededor de la cintura del sokoviano, sintiendo que las piezas rotas se juntaban poco a poco mientras él la sostenía.

Mer tuvo que contener las lágrimas, pues no sabía cuál era el motivo de estas.

— No te voy a soltar —murmuró él, con una ligera sonrisa para sí mismo

— No quiero que me sueltes —susurró, casi inaudible

Pensó en pedirle que se quedara a dormir, pero, quería procesar sus emociones sola. Pietro le causaba muchas sensaciones que nadie más provocaba.

— Te tienes que ir, o se hará más tarde —dijo ella, mientras se separaba del abrazo

Pietro la observó con un puchero, y asintió lentamente.
—Entiendo. Ya me voy.

— Gracias por venir, de verdad.

El ojiazul asintió una vez más, y sonrió suavemente. La miró una última vez, y luego se acercó a depositar un beso en la suave mejilla de Mer.

— Nos vemos, preciosa.

Inmediatamente, una sonrisa se dibujó en el rostro de la castaña. Era inevitable. Ese gesto la hacía feliz.

Pietro tomó su chamarra, y se despidió verbalmente una vez más.

Mer lo acompañó a la puerta y lo vio marcharse con una pequeña sonrisa.

Apenas se fue, se dio la vuelta y se volvió a tirar en el mueble, mientras pensaba en los hermosos ojos azules de ese hombre y en las miles de sensaciones que la hacía sentir.

Soltó un suspiro mientras miraba el techo, y sonrió para sí misma.

— Oh, Pietro ¿Qué hiciste conmigo?

𝗺𝗶𝗻𝗱𝗯𝗿𝗲𝗮𝗸𝗲𝗿 ⸺ pietro maximoff Donde viven las historias. Descúbrelo ahora