🏹04🗡️

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Estaba corriendo con todas mis fuerzas, huyendo de algo que no podía ver pero que sí escuchaba. Me seguía de cerca, lo hacía desde un inicio como si yo fuera su única presa.

Tenía miedo, miedo de aquello desconocido.

No podía dejar de llorar ni de gritar porque sabía que si dejaba de correr, si mis piernas fallaban o si mi cuerpo no podía más, iba a ser atrapada. No deseaba saber lo que era y tampoco lo que iba a hacerme si llegaba a alcanzarme.

Corría con todas mis fuerzas. Esquivaba ramas y cada tanto debía saltar para no caer al suelo a causa de los bultos que se encontraban tirados por ahí. No podía evitar pensar que eran cadáveres por el tamaño de éstos y el hedor que desprendían.

— ¡Déjame en paz! — Grité con todas mis fuerzas.

Mis pasos se detuvieron abruptamente cuando no encontré más camino, solo un gran y aterrador acantilado y un embravecido mar que me invitaba a lanzarme para perderme entre su espuma.

— Tú serás mía. — Susurró alguien, una voz que no sabía de dónde salía pero se escuchaba por todas partes. — Como siempre debió ser...

— ¡Déjame! — Volví a gritar mientras me tapaba las orejas e intentaba no dar otro paso más para no caer.

— ¡Serás mía! — Un grito desgarrador me erizó todos los vellos del cuerpo y cuando creí que esa cosa se iría, apareció frente a mí.

No pude verla pero jamás olvidaría el tamaño y el aspecto de su mano, una que arañó mi vientre.

— ¡Papá! — Grité con todas mis fuerzas.

La herida dolía y quemaba pero nada se comparaba con la sensación tan horrible de ir cayendo desde lo alto. Mi cuerpo caía con tanta lentitud que solo podía llorar y estirar mis manos inútilmente. Esa cosa estaba arriba, observando cómo caía y de un momento a otro el agua lo invadió todo. No podía ver con claridad y tampoco era capaz de nadar hacia la superficie.

El mar estaba reclamando mi cuerpo con furia, como si desde ese momento le perteneciera.

Patalee, moví mis brazos con desesperación pero no lograba subir. Los pulmones comenzaban a dolerme y la cabeza me daba vueltas. Estaba ahogándome y no sabía si por ese motivo sentía que me arrastraban hacia abajo o si realmente aquello que me sujetaba era real.

— Diga mi nombre...— Susurró una voz desconocida.

— A...— No pude terminar aquello que iba a decir porque terminé de ser jalada hasta la oscuridad.

Mi cuerpo se sacudía con fuerza y no fui capaz de moverme hasta que mis ojos se abrieron.

— ¡Thabita! — El grito de papá me sacó del extraño trance en el que me encontraba.

Él estaba sujetándome de los hombros y me zarandeaba mientras mamá tenía las manos sobre su boca. Todo había sido una pesadilla, estaba en casa con ellos.

— Papá...— Balbuceé, lanzándome hacia él y abrazándolo con fuerza. — Eso quería atraparme.

— Tranquila, solo fue una pesadilla. — Susurró sobre mi cabello.

Pude sentir que la cama se hundía a mi lado y poco después una mano más pequeña y delicada comenzó a acariciar mi espalda. No había dicho nada y eso me preocupaba.

— Solo fue una pesadilla. — Volvió a repetir papá.

No, aquello no había sido una simple pesadilla y en el fondo sentía que los tres éramos conscientes de ello.

— ¿Te dijo algo? — Susurró mamá, hablando por primera vez.

¿Cómo lo sabía? ¿Acaso ella también había pasado por lo mismo?

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora