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Los cambios de humor de ese rey no era nada sorprendentes. Estaba tan acostumbrada a ellos que inmutarme parecía ser una pérdida de tiempo. Por eso, cuando entré a la vivienda y lo encontré mascullando cosas entre dientes y dirigiéndome miradas poco amables, no me sentí intimidada.

Debió darse cuenta de que la vivienda solo era ese pequeño cuadrado y que no podría darse un buen baño o tener las comodidades a las que estaba acostumbrado. Podía estar maldiciendo y utilizando palabras groseras pero había que entenderlo, era eso o matarlo mientras dormía.

— ¿Cree que es el único que desea limpiar su cuerpo? — Lancé con fuerza las ramas al suelo. — En vez de estar quejándose por no poder alimentarse como estaba acostumbrado o por no estar limpio, debería ayudarme a conseguir ramas para no congelarnos el trasero.

Básicamente lo había llamado rey llorón e inútil, dos cosas que le podrían costar el cuello a cualquiera. Supe que el orgullo de Alaric había sido herido cuando su comisura izquierda tembló con fastidio.

— Silencio. — Ordenó y me mordí la lengua para que las palabras que salieran de mi boca fueran pasadas por un filtro.

— Si no quiere que le responda entonces deje de quejarse. — Salí una tercera vez, en esa ocasión sin intención de volver a recoger hojas secas o ramas.

Había salido al exterior para ver si milagrosamente encontraba algo que pudiera servirnos como comida pero no fue así. Todo estaba tan seco, quemado o cubierto por la nieve que no había ni un solo fruto o animal cerca.

— Camine. — Mi ropa fue jalada desde atrás, justo por la parte del cuello.

— ¿Qué hace? — Tenía miedo de caerme y él pareció notarlo porque dejó de tirar de mi ropa para girarme y sujetar mi antebrazo.

Fui llevada arrastras hacia la vivienda y una vez en el interior de ésta, sus manos fueron colocadas sobre mis hombros y ejercieron presión hacia abajo. Cuando mi trasero se encontró sobre el lecho, mi cuerpo fue cubierto por las pocas mantas que tenían.

Ni siquiera me importó lo sucias que pudieran estar, en el momento en que la calidez de aquellas telas me arropó, mi cuerpo se relajó.

— Descanse, buscaré alimento. — Murmuró sin mirarme a los ojos.

Seguía enojado pero al menos estaba intentado aportar para que nuestra sobrevivencia y convivencia funcionara.

— Puedo ayudarlo. — Negó con el ceño fuertemente fruncido.

— No ha descansado, enfermará si vuelve a salir de la vivienda. — Mis comisuras se elevaron un poco en agradecimiento.

— Gracias. — Se dio la vuelta dispuesto a salir sin siquiera responder o mirarme.

Era un hombre realmente confuso y hasta cierto punto caprichoso. Le encantaba que el resto siguiera sus órdenes justo como debía ser debido a su estatus pero cuando eso no sucedía, por ejemplo conmigo, perdía los papeles. Era como un niño berrinchudo que lloraba, se quejaba e intentaba llamar la atención pero luego cedía, solo un poco. Aunque Alaric no era tanto de ceder, era más de perdonarme la vida.

Nunca me cansaría de decir que para ser un rey medieval, su paciencia y tolerancia era bastante alta.

— Es tan confuso. — Murmuré mientras me acostaba en el lecho.

Estaba limpio. No había ni una sola mota de polvo y tampoco había pedazos de madera, piedras o cualquier cosa que había antes. Tal vez no había hecho gran cosa pero que limpiara la cama era algo que agradecía enormemente.

— Buen chico. — Balbuceé en medio de un bostezo.

Mis parpados fueron cayendo con rapidez y ni siquiera me atreví a intentar ir en contra de lo que mi cuerpo me pedía a gritos. Necesitaba descansar, poder recuperar mis energías e intentar regresar a Britmongh.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora