Alaric Pov
Apreté los labios mientras le observaba alejarse. Su malestar no había cesado y dudaba que eso sucediera pronto.
Sentimientos... Cuando se hablaba de sentimientos ella huía.
No me había bastado con encerrarla, olvidando su temor a permanecer sola, sino que también me había atrevido a juzgar la forma en la que tomaba decisiones. No, su malestar no iba a desaparecer.
Mantuve la mano alzada mientras el pueblo esperaba mi orden. Esa mujer nunca me había agradado y en esos momentos en los que tenía su vida entre mis manos estaba dudando.
Maldita sea mi mujer...
Me encontraba entre lo correcto y el malestar de mi mujer, esa que ni siquiera me miraba a pesar de que intentaba protegerla. Todo se encontraba bien hasta que la encerré, sin duda mi peor error después de haberla azotado.
Si en antaño no podía descansar bien, con el recuerdo de mi mujer llorando y sintiendo temor me era imposible. No había podido descansar después de haber sentido su rechazo y escucharla decir que deseaba volver con su familia. Su llanto, que dijera que no deseaba morir...
Maldita sea...
Debía protegerla y con la muerte de esa mujer Thabita estaría a salvo.
Bajé el dedo.
Su cuerpo fue llevado a la piedra en donde su cabeza sería cortada como era ley. Sin embargo, ¿por qué estaba dudando? Si con su muerte la reina no tendría temor, ¿por qué sus palabras estaban atormentándome?
Me había vuelto débil.
— Majestad, nunca le hice daño a mi reina. — Susurró Enma, a quien le había confiado el bienestar de mi mujer y nos había traicionado.
Había creído que con ella y Letta, Thabita iba a encontrarse protegida pero había errado.
Una vez más me había equivocado.
Sentía que su vida peligraba incluso cuando estaba a mi lado, donde se suponía que debía estar a salvo de todo mal. Debía protegerla y velar por su felicidad pero lo único que había logrado era que me dejara de hablar.
Ni siquiera era digno de ser observado por ella...
Su rechazo estaba enloqueciéndome.
Seguirla era algo que hacía, más de lo que debía. Cuando se suponía que era una espía y debía matarla, en más de una ocasión me había encontrado siguiéndola, observando sus caminatas y la forma en la que actuaba.
Me puse de pie y de inmediato la atención del pueblo estuvo sobre mí. En silencio caminé hacia ella y saqué mi espada.
— Majestad... — Temía y debía hacerlo.
En ocasiones había sido quien juzgaba y asesinaba, la mujer lo sabía. Todo Britmongh conocía mis formas de actuar.
Ella había osado a lastimar a mi mujer, esa reina exótica que me estaba enloqueciendo.
La vida de esa pueblerina o el malestar de mi mujer... Su seguridad o su felicidad...
— Salga de mis tierras. — Bramé. — Si la vuelvo a ver o escucho que usted ha traicionado a Britmongh, la mataré.
— Sí majestad, mi lealtad pertenecerá a Britmongh hasta que así su majestad lo desee. — Movía su cabeza de acuerdo con mis palabras. — Le agradezco...
— No me agradezca, le habría cortado el cuello desde el primer momento. — No era de mi confianza, la habría matado hacía mucho. — Le debe su vida a la reina. ¡Largo! — El pueblo estaba en silencio porque esperaban una muerte, algo que yo también había deseado. — Escuchen bien porque no volverá a repetir estas palabras. Esa mujer será exiliada porque la reina confía en su inocencia pero no habrá una siguiente ocasión. No tendré piedad ni misericordia con quien traicione o trate de lastimar a mi mujer. Haré que el suelo de nuestra amada Europa se manche de sangre si osan a traicionarme.
Me di la vuelta mientras a mis espaldas se alzaban los gritos de un pueblo de acuerdo con las palabras de su rey.
Deseaba que la sangre de esa mujer fuera derrabada, pero había elegido a esa irrespetuosa mujer sobre mis deseos. Por su bien esperaba que su malestar cesara porque no iba a poder contenerme. Necesitaba una esposa, no un enemigo a mi lado.
Thabita Pov
Me encontraba en mi lugar, ese en donde estaban mis pinturas e instrumentos de trabajo. Había comenzado a pintar pero en ese momento estaba sentada frente a ese lienzo.
Me gustaba lo que veía pero temía arruinarlo con la negatividad y la molestia que sentía.
Estúpido Alaric... Si mis sentimientos le resultaban molestos entonces para qué me había estado molestando tanto con casarnos y tener descendencia. Si detestaba tanto que me dejara llevar por lo que sentía, ¿por qué yo y no otra mujer a la que pudiera manejar a su antojo?
Me alejé de lo que prometía ser una buena pintura y me acerqué al vano para poder observar mi fuente de inspiración: el bosque.
— No le había ordenado que se marchara. — Oculté mis labios, volviéndolos una línea recta.
— La ha asesinado. — Murmuré para mí.
Una sensación horrible se instaló en mi pecho. Una mujer que sentía, era inocente, había fallecido por mi culpa.
— No. — Escupió con brusquedad. — No la maté porque pensé en la mujer que permite que sus sentimientos tomen decisiones por ella.
¿Había escuchado bien? ¿Enma estaba viva?
— Debería agradecerme. — Mis comisuras se elevaron con fastidios.
— O puedo simplemente mandarlo a la mierda y continuar ignorándolo. — Escuché una leve risa nasal.
— No pienso que sus sentimientos sean un problema pero he de confesar que me preocupa que puedan ser una debilidad. Si los pueblerinos la ven como una reina que se deja llevar por su sentir querrán pasar sobre usted. Más no considero que... No considero un problema que posea sentimientos y sea afectuosa. — Y ahí estaba mi estúpido corazón, traicionándome para latir con fuerza por él. — Me agrada que sea así.
— No es lo que parecía. — Murmuré con la mirada fija en mis pinturas.
— No volveré a encerrarla ni a juzgar su sentir, pero deje de rechazarme y huir de mí. — Sus manos tomaron las mías con delicadeza antes de acariciar mis brazos. — Le doy mi palabra.
— Sigo molesta. — Besó castamente mi nuca, enviando descargas a todo mi cuerpo.
— Lo sé. — Volvió a dejar un beso en mi nuca y luego subió a mi coronilla. — Lo sé. — Fui girada por él, quedando atrapada entre la pared y su cuerpo. — Así como sé que sigue molesta, usted debe saber que la amo y porque lo hago debo protegerla. La vida de esa mujer no me importaba pero la suya sí. Si a usted le sucede algo... En esta ocasión no hubo sangre derramada pero recuerde lo que le he dicho. Mataría por usted. Si así puedo mantenerla a salvo no lo dudaría, mancharía mi espada para mantener sus manos limpias porque la amo.
¡Alaric me había dicho que me amaba! ¡Dos veces!
Estaba enferma. ¿Cómo era posible que sintiera cosas tan fuertes por quien me había encerrado?
Tal vez tenía síndrome de Estocolmo...
ESTÁS LEYENDO
Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...