🏹49🗡️

226 29 6
                                    

Alaric... Ese era el nombre del sujeto que no me dejaba dormir. Su rostro, y palabras daban vueltas una y otra vez, tanto que no podía cerrar los ojos porque su voz resonaba en mis oídos.

Había tenido que llamar a mis damas de compañía, principalmente a quien me hacía el agua de lavanda. Necesitaba de esa infusión si deseaba poder descansar bien sin correr riesgos de encontrarme con la bruja en sueños.

— Mi señora...— Fue su forma de decirme que había llegado con mi pedido.

— Gracias. — Di un par de sorbos pequeños aprovechando que el líquido estaba deliciosamente calentito.

En días fríos siempre era agradable tomar algo que le devolviera la calidez al cuerpo. Por ejemplo, a mí me encantaba tomar chocolate caliente en tiempos navideños y café en los días lluviosos.

— Mi señora, no deseo ser irrespetuosa pero, ¿no cree que el rey la protege demasiado? — Asentí sin dudarlo.

— Es parte de su ser. — A veces me molestaba que me sobreprotegiera pero la mayor parte del tiempo me agradaba. — ¿Por qué? ¿Ha notado algo extraño?

— No su alteza, además de su preocupación por usted no he visto nada. — Volví a asentir. — Le he preparado la bañera para que limpie su cuerpo.

— ¿Qué haría sin sus atenciones, Letta? — Ella sonrió mientras tomaba el envase en donde se encontraba en agua de lavanda. — Probablemente perdería la cabeza.

— Si usted lo cree... Me retiro mi señora, si necesita de mis servicio no dude en llamarme. — Asentí en agradecimiento y esperé a que se fuera para poder bañarme tranquila.

Me deshice de la ropa y de inmediato me sumergí en aquellas aguas tibias. Como siempre, tenían un aroma realmente delicioso que se impregnaba en mi piel y me relajaba. En cuestión de segundos empecé a dormitar y aunque la bañera no era demasiado alta, preferí salir antes de quedarme dormida y morir por ahogamiento.

No había sido una buena idea darme un baño después de haber tomado la bebida que me funcionaba como somnífero. Mis piernas apenas reaccionaban y por ello caí de bruces al suelo.

— Mierda. — Mascullé entre dientes.

Fui arrastrándome por el suelo, logrando salir del baño y llegar cerca de la cama, en donde se encontraba mi ropa. Sabía que mi tiempo de lucidez se estaba agotando pero me reusaba a ser vista desnuda.

— Lo hiciste bien, Thabita. — Balbuceé cuando logré ponerme el vestido por encima. — Lo hiciste bien...— Y mis parpados cayeron.

Me encontraba sentaba en una silla bastante vieja y mi ropa estaba manchada de lo que parecía ser pintura, sobre todo el pantalón que llevaba puesto. Frente a mí había un gran caballete que evitaba la caída de aquel lienzo que me tenía impresionada.

Pintado se encontraba un niño sentado bajo un gran árbol que impedía que el sol maltratara su piel. Era precioso, sobre todo aquellas dos aceitunas que tenía por ojos y que resaltaban gracias a su cabello rubio.

— ¿Otra vez? — Preguntó la voz de un hombre muy cerca de mi oreja.

Con lentitud volteé a verlo, encontrándome con los mismos ojos que estaban pintados. Era él, el niño en el lienzo era la versión infantil del hombre adulto que estaba sentado a mi lado.

— Me gusta, incluso podríamos decir que eres mi mayor musa. — Bromeé con él.

— Creo que estás obsesionada conmigo. — El hombre besó mi hombro, gesto que no fue ignorado por mi cuerpo.

Miles de descargas eléctricas nacieron en el área besada y fueron corriendo por todo mi cuerpo.

— ¿Qué debería hacer? ¿Crees prudente que llame a un psicólogo? — Una sonrisa fue naciendo en sus labios.

— ¿Crees que habrá alguien mejor que yo para tratar a mi esposa? — Negué sonriente. — Me considero el psicólogo mejor preparado para lidiar con tu alocada cabeza.

En cuestión de nada fui tomada de la cintura y cargada para ser dejada sobre un piano de color blanco.

¿Por qué había un piano en un estudio de pintura?

No tenía ni la más mínima idea...

— Eres tan hermosa...— Susurró mientras acariciaba mi labio inferior con su dedo pulgar. — ¿Cómo es posible que siga sintiendo tanto amor por ti sin importar el tiempo que pase? ¿Acaso me hechizaste?

— Por supuesto que sí, te lancé un hechizo para que solo fueras mío. — Mis labios fueron besados con suavidad. — Y sigue funcionando.

— Siempre lo hará. — Llevé mis manos a su cabello para acercarlo y poder besarlo como tanto me gustaba.

Mientras yo besaba y mordía sus labios, él dejaba que hiciera con su ser lo que quisiera. Siempre y cuando no le impidiera que me tocara, no había problema.

Sus manos acariciaban mis muslos por encima del pantalón con una lentitud exquisita hasta llegar a mi trasero. Allí amasaba, apretaba e incluso nalgueaba para volver a descender y hacer el mismo recorrido.

— Alaric...— Suspiré cuando su boca atacó mi cuello sin compasión.

Podía sentir con tanta claridad la manera en la que besaba, chupaba y succionaba mi piel que me estaba volviendo loca.

— Cariño, vas a lastimarte si continúas uniendo las piernas así. — Su cálido aliento chocaba con mi sensible piel, causando que los vellos de mi cuerpo se erizaran.

— Oh, cállate. — Alcé un poco su camisa con la única intención de colar mis manos y poder sentir cómo su cuerpo temblaba bajo mi tacto. — Te amo.

— Lo sé. — Volvió a besarme con tanta hambre que la ropa comenzaba a molestar. — Pero es momento de despertar.

— ¿Qué? — Susurré, perdiéndome en sus caricias.

— Despierte. — Abrí los ojos con exageración, encontrándome cara a cara con el causante de mi problema.

— Me cago en todo. — Murmuré con molestia. — ¿Qué mierdas estaba soñando?

— ¿Por qué descansa en el suelo y no en el lecho? — Observé a mi alrededor notando que era cierto, mi espalda estaba pegada a la cama pero había estado durmiendo en el suelo. — Va a enfermar.

— Me agradabas más mientras dormía. — Balbuceé mientras ocultaba la cabeza entre las manos.

Debía mantener una sana distancia con Alaric si no quería volver a tener ese tipo de sueños cochinos con él. Muy divertido y todo pero para nada realista. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora