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Seguía aferrada al cuerpo de Alaric sin que me importaran las miradas del pueblo que nos rodeaba. Las muestras de afecto en público no era algo muy bien visto pero siendo yo la reina, estando embarazada y asustada, no había nadie que se atreviera a decir algo.

La bruja no había logrado herirme pero mi cuerpo se sentía adolorido. Podía ser por la tensión del momento o porque el miedo, la preocupación y la incertidumbre estaban saliendo de mí como podían.

— Estoy bien. — Quise hacerle saber a pesar de que creía que en cualquier momento la bruja iba a aparecer para destrozarme. — No nos hizo daño.

— Lo lamento. — Susurró cerca de mi oreja mientras acariciaba mi cabello. — No volverá a suceder.

Cada susurro era una nueva punzada en mi cuerpo, como si éste absorbiera la culpabilidad que sentía Alaric.

— Estoy bien. — Repetí, alejándome un poco para poder sujetar su rostro entre mis manos. — Estamos bien. — Susurré, mirándolo directamente a los ojos.

Su cabeza se movió de arriba abajo con lentitud y duda. No estaba seguro de que mis palabras fueran ciertas y sus ojos examinando insistentemente mi rostro y cuerpo eran prueba de ello.

— ¿Están todos bien? — Giré un poco el rostro para ver a los hombres y mujeres que se encontraban más cerca. — ¿Hay algún herido?

— Así es majestad, heridos y fallecidos. — Mi pecho se apretó con fuerza.

Rápidamente liberé el rostro de mi esposo e hice el ademan de ir con ellos pero Alaric me lo impidió. Su mano rodeó mi muñeca con firmeza, evitando que siguiera avanzando.

— No, yo iré a ver a los heridos y fallecidos, usted irá al aposento y descansará. — Era una orden clara pero dicha entre murmuros.

Parecía drenado, como si todas sus fuerzas hubieran sido succionadas por la bruja y se las hubiera llevado lejos de él.

— Alaric...— Negó con la cabeza suavemente. — Debo estar allí para dar apoyo al pueblo.

— No deseo que observe lo que hizo la bruja. — Mis labios se volvieron una línea recta.

No sabía si estaba errónea pero lo que yo entendía de su actitud era que estaba intentando no traumatizarme. No iba a ser la primera vez que veía lo que la bruja podía hacerle a un ser vivo pero al estar panzona mi reacción podía ser completamente diferente.

— De acuerdo, lo estaré esperando. — Volví a llevar mis manos a su rostro para acariciarlo con mis pulgares.

Me alejé de allí con pasos lentos y siendo escoltada por un sinnúmero de soldados. Entre ellos estaban los de siempre, Kamal, Jiram y un par más que en ocasiones anteriores se habían encargado de mi seguridad.

— Kamal. — Llamé su atención. — Cuando el médico termine de revisar a los heridos, ¿podría decirle que venga a verme?

— ¿Se encuentra mal? — La alerta en el rostro de los que me rodeaban era evidente. — ¿Desea que vaya a buscarlo?

— No, no, no. Estoy bien, solo deseo hablar con él. — Intenté que mis comisuras se elevaran y mostraran una sonrisa verdadera pero lo máximo que pude lograr fue hacer una mueca poco creíble.

Las punzadas que hasta ese momento habían sido leves, en ese entonces comenzaban a volverse notables, molestas y constantes.

Quise ignorar el malestar y me centré en el poco camino que quedaba para llegar al aposento y en el pequeño torbellino que se encontraba en mi vientre. Parecía como si en ese momento se hubiera despertado de una siesta porque comenzó a patear, en ocasiones débilmente y en otras con demasiada fuerza.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora