🏹02🗡️

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Me había dado un buen baño para sacar toda a tierra y el sudor que había en mi cuerpo. Una vez afuera de la ducha confirmé lo que ya sabía, no había nada mejor que un buen baño después de un arduo trabajo.

Me mantuve en mi habitación organizando un poco mis libros porque sí, me encantaba leer y cada vez que mi madre tenía tiempo libre nos poníamos a hablar sobre los que nos interesaban e incluso nos recomendábamos un par. Era algo agradable poder hablar con ella sobre cualquier cosa y saber que daría su opinión sin ser brusca o grosera.

Cuando me picó el hambre salí de la cueva, como llamaba papá a mi habitación, y fui a la cocina en donde se escuchaba el leve choque de objetos metálicos.

— Papá, ¿podrías decirme cómo se conocieron mamá y tú? — Pregunté tan pronto entré a su santuario. — Si el pueblo de Britmongh pudiera ver lo doméstico que eres...

Al gran rey de Britmongh le gustaba mucho cocinar y cuando no trabajaba o pasaba tiempo con nosotras, estaba metido en la cocina haciendo su caos.

— Cállate... — Canturreó con la sonrisa más falsa que había visto en mi vida. — ¿Para qué quieres escuchar esa historia otra vez? ¿No te cansas?

— No. — Mi respuesta le causó cierta gracia, solo la suficiente como para dejar lo que hacía y recostarse en la nevera.

— Ella viajó, la vi, me gustó, le gusté y naciste tú, fin. — Cada vez le añadía menos detalles.

Estaba segura de que llegaría un momento en el que lo contaría todo con una palabra inventada por él.

— Papá, no seas malito. Anda, cuéntale a tu hijita preciosa cómo se conocieron ustedes dos. — Me acerqué lo suficiente para poder sujetar su brazo y zarandearlo como si se tratara de un muñeco de trapo. — Porfis.

— Por Dios... ¿Cuándo te convertiste en un monstruo tan adorable? — Ahí, con esas simples palabras y la sonrisa que las acompañó, supe que en esa ocasión iba a tener la versión extendida de la historia.

— Desde que me tuvieron. — Dejé su brazo en paz y me senté en una de las cuatro sillas que habían en la mesa. — Soy todo oídos.

— Tu madre apareció como una demente con ropas extrañas y seamos sinceros, se veía algo desorientada. Creía que estaba en un sueño hasta que apareció su buen amigo el potro... Jamás la he vuelto a escuchar hablando tan rápido como lo hizo en ese momento. — Se rio de lo que creí que era el recuerdo de mi madre asustada y a punto de ser torturada. — Arthur fue quien intervino por ella y lo hizo hasta el final, parecía más su fiel consejero que el mío...

— ¿Qué más sucedió? — Dejó de lado la comodidad de la nevera y volvió a hacer sus cosas.

— No confiaba en ella y por eso hice cosas horribles. Luego ella me gritó utilizando su lenguaje extraño y siendo grosera y bueno, poco después me disculpé con ella e hicimos las paces. No tienes ni idea de lo que me constó que confiara en mí. Cuando me molesté por una estupidez y vi que ella no quería estar cerca de mí me sentí una mierda. — De no ser porque me conocía la historia me hubiera perdido muchísimo.

— Ya te gustaba. — Asintió levemente.

— Ajá... Ahora imagínate a un rey arrepentido que se da cuenta de que la mujer que quería como esposa no se encontraba en su castillo ni en los alrededores. Esa noche morí y reviví tantas veces que cuando fui a dormir me sentía completamente drenado. Después ya lo sabes, la hice mi falsa prometida porque esa mujer llamaba la atención de todos, me acompañó al baile, me molesté porque quería volver a su hogar y bueno, nos dejamos de hablar. — Estábamos llegando al punto que más me gustaba.

— Le dejaste de hablar. — Corregí, ganándome una muy fea mirada.

— Le dejé de hablar. — Refunfuñó. — El caso es que la hija del duque le estaba comiendo la cabeza con sus tonterías y tu madre parecía querer regalarme con todo y moño.

— Eso no es cierto, a mamá le gustabas. — La defendí.

— Eso yo no lo sabía y tú tampoco lo harías si no hubieras escuchado cientos de veces esta historia. — Ya se había enfurruñado, no sabía cómo mamá lograba tenerlo tranquilo y feliz con solo una sonrisa. — Tu madre fue y sigue siendo muy buena ocultando sus emociones, siempre y cuando no la mires a los ojos.

— ¿Por eso siempre la tomas de la barbilla mientras le dices cuánto la amas? — Bromeé mientras subía y bajaba mis cejas.

— Cállate. — Volvió a canturrear. — En fin, nos reconciliamos, nos casamos y luego fuimos atacados. Tu madre... Beth volvió aquí y tiempo después la seguí. Tres años después tuve que volver por problemas y a tu madre la lanzaron por un acantilado por ser una supuesta bruja. No supe de ella durante bastantes meses y cuando volvió a estar en Britmongh estaba herida, casi muerta.

— ¿Qué sentiste al verla de nuevo así? — Sabía que era un tema que no le gustaba tocar pero no se iba a negar a responderme.

— Sentí que volvía a morir con ella. — No deseaba pasar por aquello jamás en mi vida. — Estuvo siendo cuidada y protegida en todo momento, se mejoró, nos peleamos y fui a cortar un par de cabezas en Vurshka por tocar lo que era mío. Se molestó, nos reconciliamos otra vez y tu madre comenzó a tener una serie de sueños en donde la bruja, eso que había estado atacando a todos y lo mismo por lo que estás entrenando, la perseguía y decía cosas extrañas.

— Y ahí supo de mi existencia. — Alcé los brazos en modo de celebración porque mi momento de brillar había llegado.

— Sí... No me lo dijo hasta que Galia terminó con la bruja. Es una lástima que esa tierna bebita se haya convertido en un monstruito escurridizo. — Solo se había acercado a la mesa para desordenar mi ya despeinado cabello. — Pero mira estas greñas, creo que necesitas un recorte.

— ¡Mamá! — Me alejé de él antes de que me diera un infarto. — ¡Papá quiere cortar mi cabello! — Grité, ocasionando que papá se echara a reír.

Sí, mucha risa pero cuando llegaba mamá él se hacía la inocente paloma.

— Lek, deja de molestarla. — Se escuchó desde la distancia.

— No estoy haciendo nada. — Lentamente alzó las manos y se puso completamente serio. — Necesito que te esfuerces, Thabita. Tu madre podrá preocuparse por ti e intervenir pero allí no habrá nadie que pueda hacerlo, por eso necesito que aprendas a pelear bien.

— Sé usar el arco. — La espada no era mi fuerte pero el arco parecía que había sido hecho para mí.

— De cerca el arco te será inútil, lo partirían con la espada y quedarías indefensa. — Asegurándose de que mamá no se acercara, se sentó sobre la encimera aunque se apoyaba del pie que había dejado sobre el suelo. — Debes aprender a luchar cuerpo a cuerpo, manejar la espada a la perfección y saber esquivar ataques. Es lo único que te pido.

— Lo estoy intentando papá. — Y de verdad lo hacía, me esforzaba todo el tiempo aunque a sus ojos así no pareciera.

— Lo sé. Iremos con calma y mejoraremos hasta que seas una guerrera, ¿de acuerdo? — Asentí enérgicamente. — ¿Quién eres?

— ¡Thabita de Edevane! — Grité con fuerza.

— ¿Y qué harás en la época medieval? — Preguntó más fuerte.

— ¡Patear traseros de reyes malvados y brujas putrefactas! — Papá comenzó a aplaudir mientras asentía.

— Muy bien princesa de Britmongh, vamos a demostrarles quién manda en nuestras tierras. — En eso estábamos de acuerdo.

Íbamos a demostrar que una maldita bruja no podía con la familia real. De eso me iba a encargar personalmente, de que nadie olvidara quiénes eran mis padres. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora