Había tantas personas importantes reunidas en un solo lugar que si alguien entraba y nos asesinaba, sería la persona más poderosa de toda Europa. O el más odiado y perseguido por bastantes reinos.
Reyes, condes, duques y líderes de todas partes habían viajado a Britmongh por temor. Según lo que decían, nuestras tierras habían sido atacadas por la bruja pero las muertes y destrucciones no se comparaban con lo que había del otro lado de la muralla. De hecho, las malas lenguas decían que Vielnatt había sido reducido a cenizas y que los pocos sobrevivientes habían sido ejecutados por los soldados de Prifac.
Los traidores traicionando a traidores, lo que era la justicia...
De forma cruel y generalizada, pero justicia al fin.
— Veo que Ankra ha tomado una decisión...— Habló Alaric de forma burlona.
Después de tanto, el duque de Ankra había aparecido en el castillo como si no hubiera negado cientos de pergaminos que le pedían cordialmente que formara parte de la alianza. Mi amorcito no estaba nada feliz con su presencia y Hansel Rikma lo sabía, pues en ningún momento había alzado la mirada.
Los dedos de Alaric golpeaban constantemente uno de los reposabrazos de su trono mientras lo observaba fijamente. Estaba deseando que cometiera un solo error para poder deshacerse de él.
Su mirada verdosa era la de un depredador que analizaba a su presa y esperaba el momento preciso para inmovilizarla y devorarla.
— Por lo que veo, su pueblo necesita protección. — Si el hombre no hubiera dudado tanto, el rey de Britmongh no lo habría estado avergonzando en público.
Posiblemente le habría dicho cobarde convenienciero en privado, pero ante el resto seguiría siendo un duque honorable y prestigioso.
— Así es majestad. — Sus ojos verdes observaron mi rostro por algunos instantes como si estuviera pensando si era buena idea o no hacer algo.
— Si hubiera llegado a mis tierras en otro momento, su cuello habría sido cortado. — Entonces supe por qué me había mirado. — De gracias al Señor, porque no nos encontramos en un momento oportuno para matar a tierras sin aliados. Pero debo decirle que no sería el primer traidor que perdería la cabeza debido a mi espada.
Para nadie había era un secreto que a unos metros del castillo se había llevado a cabo una ejecución. La sangre seguía allí y Alaric había sido tan retorcido que les dio el recorrido por la zona tan pronto los recibió.
Otra silenciosa amenaza que sus aliados habían captado al instante.
— Debemos acabar con la bruja. — Su voz se escuchó tan fuerte y amenazante que tuve que alar la mirada para asegurarme de que no estuviera observando a otra persona. — Y estamos reunidos para hablar sobre cómo la atacaremos.
— Nos matará antes de si quiera poder intentarlo. — Aseguró el rey de Ciat.
— Es posible. — En otro momento me hubiera reído del tono neutro que había utilizado.
Era como escuchar hablar a alguien cansado de la vida, solo que intimidante, fuerte, con poder y sin pizca de paciencia.
— Lo que escucharán no puede ser dicho a otros. — Observó a cada uno de los presentes como si quisiera arrancarles las cabezas de un solo tirón. — No estaremos solos en el enfrentamiento. Bru... Tenemos a hechiceras de aliadas.
— ¡Ha caído en las garras del mal! — Saltó el duque de Ankra. — Usted...— Me señaló. — Usted debe ser la culpable de la caída del rey. Bruja.
— Cuidado duque, podría arrancarle la lengua. — Le advirtió mi siempre protector esposo.
— No sea imbécil, charlatán convenienciero. — Escupí, ganándome una miradita de Alaric. — Las hechiceras evitarán que seamos heridos antes de poder atacar pero si así lo desea, puede esperar en sus tierras a que la bruja se alimente de sus ojos porque dudo mucho que quiera probar su cerebro.
Silencio. Todos en aquella sala permanecieron en un tenso y total silencio.
La mayoría de los presentes se mantuvieron serios o con el temor reflejándose en sus rostros, sin embargo, solo dos personas sonrieron. El primero fue Einar, quien conocía perfectamente el significado de cada palabra utilizada. El segundo no era mi amorcito, se trataba del rey de Udnan, quien tenía una sonrisa ladeada bastante escalofriante.
Al parecer, no fui la única en notar aquello. El hombre a mi lado se acomodó levemente y estiró su brazo hasta que su mano tomó la mía. Con naturalidad movió nuestras manos unidas y las colocó sobre su reposabrazos, dejando ver de alguna forma, que no estábamos sentados juntos por algún acuerdo. Algunas de las joyas que me había obsequiado en diferentes momentos se encontraban a la vista de todos. Los anillos en mis dedos eran presumidos por él, quien sostenía mi mano sobre la suya para que relucieran por la iluminación de la sala.
Que forma tan elegante de marcar territorio, ¿eh?
— Como habrá visto, mi reina no necesita ser defendida. — Bromeó mi esposo antes de volverse tan frío como los copos de nieve que caían en el exterior. — Pero no tolero que le falten el respeto. — Escupió. — Acusar a mi reina de brujería es faltarle el respeto a mi pueblo y a mí. — Se puso de pie sin soltar mi mano hasta que dio un paso hacia adelante.
Comenzó a avanzar con pasos lentos hacia donde se encontraba el nervioso hombre que ante los ojos de Alaric no era más que un simple duque reemplazable. Asistir por primera vez a una reunión e insultar a la esposa del rey era cosa de tontos. Tenía razón cuando dije que la bruja no probaría su cerebro.
El idiota no debía tener...
— Le daré un consejo. — Murmuró cuando sacó la espada de su funda.
Apreté el vestido entre mis manos con tanta fuerza que mis dedos comenzaron a doler. ¿Se atrevería a matarlo allí? Lo veía capaz pero, ¿realmente lo haría?
— Todo el que ha osado a faltarle el respeto a mi reina yace sin vida. — Posicionó el contra su cuello y ejerció un poco de presión, causando que un delgado hilo de sangre comenzara a brotar de la herida. — Obsérvela bien. — Le ordenó. — Obsérvela bien porque si mi mujer llega a desear su cabeza o la de alguno de estos hombres, no dudaré en complacerla. ¿Ha entendido?
— Sí, gran rey. — Murmuró con nerviosismo. — Mis más sinceras disculpas majestad, no osaré a ofenderla.
— Eso espero. — Einar ocultaba los labios para no reírse pero cuando Alaric se detuvo frente a él tuvo que aparentar estar rascándose la nariz. — Usted también, conde. No crea que he olvidado sus ofensas cuando mi mujer pisó mis tierras.
— Tampoco he olvidado sus ofensas, rey de Britmongh. Debería agradecer que su mujer toma su mano y no le cortó el cuello cuando pudo. — Se notaba que Alaric no estaba de humor para bromas pero Einar era tan... Era una mezcla tan extraordinaria entre Dalila y Fracci que no pude evitar reír.
Los amenazantes pasos de Alaric se detuvieron a escasos centímetros del conde y su cabeza se giró hacia mí. Me estaba observando y lo sabía, pero no podía distinguir su expresión porque mis ojos se encontraban entrecerrados y humedecidos a causa de mi risa incontrolable.
Ah, ese hombre temerario... Einar era genial.
— La reina ha reído, creo que nadie debería morir en estos momentos. — Tras las temerosas palabras del duque de Rafgli, la espada de Alaric fue guardada nuevamente en su funda.
— No me provoque, conde. — Fui capaz de escuchar a pesar de que había bajado el volumen de su voz. — Si cree que la cercanía con mi mujer lo salvará, debería saber que puedo cortarle la cabeza sin que ella se entere. — La sonrisa en los labios de Einar desapareció, entendiendo que Alaric hablaba muy enserio. — Solo deme algún motivo. — Se alejó del conde de Sdon y se dispuso a caminar hacia el trono.
Tan pronto estuvo a mi lado, tomó mi mano como anteriormente lo había hecho y me observó. Sin importar quién nos estuviera viendo le sonreí levemente, logrando que su mirada se suavisara un poco antes de continuar con la reunión.
ESTÁS LEYENDO
Flecha de Fuego© EE #6
Fantasia💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...
