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La reunión había terminado después de alrededor de una hora llena de desacuerdos, discusiones y bramidos de Alaric. Lo gracioso de todo eso era que él se encontraba drenado y de mal humor pero el resto se comportaba como si nada hubiera sucedido.

Tomaban vino, comían y hablaban como si antes no hubieran estado a punto de darse un par de golpes.

— Tranquilo. — le susurré mientras acariciaba lentamente su espalda.

Su mirada estaba fija en el que al parecer le había causado el mayor dolor de cabeza, el rey de Udnan. Desde que se había mostrado en contra de que Alaric me defendiera, el rey de Britmongh no lo había sacado de su radar ni había parado de lanzarle miradas venenosas que no pasaban desapercibidas.

— Ansío su traición. —Escupió sin dejar de observarlo. — Le arrancará la lengua antes de cortar su cuello.

— No va a traicionarlo. — Continué hablándole entre susurros para que terminara de calmarse. — Demostró que le teme y por lo mismo no se atreverá a traicionarlo. Al menos no lo hará por el momento y creo que no en mucho tiempo.

— Con su sucia boca se atrevió a cuestionar mis decisiones y a hablar de mi mujer... — Quise echarme a reír pero era evidente que no era el momento más adecuado para burlarme de Alaric. — Maldito bastardo.

— ¿Qué tal si me acompaña a buscar alimentos? — Pregunté, poniéndome frente a él para que su objetivo visual dejara de ser el rey de Udnan. — Tengo mucha hambre.

Y solo así puso toda su atención en mí. Sus comisuras temblaron, amenazando con elevarse y mostrar una sonrisa frente a todas esas personas, pero se contuvo. Sin embargo, lo que no podía controlar fue el brillo en sus ojos y yo conocía el motivo.

El bebé.

No sabíamos cuando exactamente se suponía que iba a quedar embarazada pero para él verme buscando comida era un claro indicativo de que ya se encontraba en el horno.

— Vamos. — Coloqué mi mano en su ante brazo y me dejé guiar por él hacia la mesa estúpidamente abarrotada de comida. — No mire los alimentos así, no podía servir una miseria a reyes, duques, condes y líderes.

— Muchos merecen menos que nada. — Mascullé entre dientes.

Podían ser aliados pero no todos eran santos de mi devoción. Tenían tratados de paz con Britmongh porque les convenía, no porque realmente lo quisieran. Solo unos pocos le eran realmente fieles a Alaric, cosa que él sabía y en la reunión había dejado más que claro. Había dado una sutil pero clara advertencia de que quien se atreviera a traicionarlo iba a presenciar en primera fila cómo Britmongh arrasaba con sus tierras, reduciéndolas a cenizas.

Cuando llegamos a la mesa lo primero que hice fue tomar un poco de la carne de una perdiz y llevármela. Estaba deliciosa, en el punto perfecto para que no estuviera seca pero tampoco cruda.

— Debería alimentarse. — Le murmuré, tapándome la boca para que un pedazo de carne no saliera volando. — Abra la boca. — Tragué y tomé otro poco con la intención de dársela, algo a lo que no se negó.

— Debería ser yo quien la alimente. — Negué con la cabeza mientras sonreía. — ¿Puedo pedirle algo?

— Por supuesto. — Eso ni siquiera tenía que preguntarlo, éramos un equipo y como tal teníamos que actuar.

— Manténgase alejada del rey de Udnan. No me agrada cómo la observa. — Los vellos de la nuca se me erizaron.

¿Me estaba observando?

— No me acercaré, hay algo en él que me aterra. — Sus ojos dejaron de estar en mi rostro para volver a mirar hacia al frente, en donde creí que se encontraba ese hombre. — Olvide que está aquí, lo que quiere es provocar una disputa.

— Va a encontrar su muerte. — Gruñó sin bajar la mirada.

— Ala...— Había querido volver a distraerlo pero no logré hacerlo por culpa de la fuente de su malestar.

— Majestades. — Los vellos de mi nuca volvieron a erizarse al percibir su voz tan cerca, casi como si me respirara en la nuca aunque no podía ser posible porque Alaric ya lo habría empujado. — Me he acercado para felicitarlos por su unión. Nunca creí que lo vería con una reina, rey Alaric.

Lo estaba provocando. Me mencionaba de una forma sutil pero efectiva porque sabía que el hombre a mi lado iba a reaccionar, posiblemente mandando el tratado de paz a la mierda con tal de arrancarle la garganta.

— He de decir que la reina de Britmongh posee una belleza única...— La mandíbula de Alaric estaba fuertemente apretada.

— Agradezco sus palabras, rey de Udnan. — Incluso su tono de voz era brusco, seco y amenazante.

Mi querido esposito estaba rozando su autocontrol.

— Reina, no debería dejar de alimentarse. — Momentáneamente cerré los ojos antes de girarme hacia él.

— He perdido el apetito. — Intenté escucharme segura pero pareció ver más allá de la máscara que me había puesto.

— Es una lástima. — Murmuró con falsa pena. —Una verdadera lástima... Si me disculpan, volveré con el rey de Tizdag. Ha sido un placer conocerla, reina.

Me vi congelada cuando intentó tomar mi mano para besarla. Sin embargo y para mi suerte, Alaric estaba a mi lado y de muy mal humor. Sin pensar demasiado en lo que hacía o podía suceder, alejó la mano con brusquedad, evitando que me tocara.

— Vuelva a intentarlo y le cortaré las manos. —Le advirtió al hombre que comenzaba a alejarse con una sonrisa en los labios.

Nos mantuvimos en silencio hasta estar seguros de que se iba a quedar junto al rey de Tizdag y otro hombre que reconocí como el duque de Ankra.

— Bastardo. — Masculló con rabia contenida.

— Quiero vomitar. — Me di la vuelta con sutiliza y coloqué mi mano sobre mi boca.

La presencia de aquel hombre me había alterado demasiado. Lo había hecho hasta tal punto que quería devolver todo lo que había ingerido en el día.

— ¿Se encuentra bien? — Murmuró con preocupación mientras alejaba de mi rostro los pocos cabellitos que me había dejado sueltos. — La llevaré al aposento.

— No, no, ya pasó. Creo que mi cuerpo sintió rechazo hacia esa persona, solo eso. — Su ceño se encontraba fruncido y la duda mezclada con preocupación brillaba en su mirada. — Estoy bien. — Me llevé su copa de vino a los labios para darle un pequeño sorbo. — Perfectamente bien.

Era evidente que no me había creído en absoluto, sin embargo, que no dijera nada más al respecto fue un gran alivio. No se separó de mí y cada tanto me preguntaba si me encontraba bien pero fuera de eso no llegó a hacer ningún comentario sobre lo sucedido. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora