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Estaba muy asustada y tensa, sobre todo eso último. Me sentía como una tabla a la espera de que un gran y desastroso huracán la hiciera pedazos.

Me encontraba acostada sobre el lecho como Diosito me había traído al mundo y con un hombre sobre mí en mis mismas condiciones.

— Despacio...— Susurré o eso creí porque no era capaz de escuchar otra cosa que no fueran mis acelerados latidos.

— Lo sé. — Besó mi hombro repetidas veces, adormeciendo mi cuerpo hasta que...

— ¡Despacio! — Golpeé su pecho con fuerza.

— Thabita...— Advirtió con ese usual tono de voz bajo que solía utilizar conmigo. — Cálmese, no volveré a herirla.

En ese momento demasiadas sensaciones se instalaron en mi cuerpo y ninguna era demasiado agradable. Dolía como si el mismísimo demonio estuviera dibujando sobre mi cuerpo con una navaja afilada.

— Respire. — Y lo hice, por supuesto que sí.

Si no respiraba ese muchachito no iba a conseguir nada de mí, ni un solo chamaco llorón que posiblemente sacaría su carácter.

Mantuve los ojos fuertemente cerrados, controlando mi respiración y hundiendo la yema de mis dedos en la piel de sus hombros. Alaric no se movió en ningún momento, cosa que agradecí hasta que mi cuerpo se fue acostumbrando a su intromisión.

— Cálmese. — Susurró, besando mi barbilla y subiendo a mis labios.

— Muévase, despacio. — Murmuré sin romper el beso.

Sus ojos me observaron llenos de duda pero empezó a hacer lo que le pedí. Con lentitud y mucho cuidado, Alaric alejó un poco su cuerpo y luego se acercó, así hasta que el dolor desapareció por completo.

Un suspiro se me escapó de entre los labios cuando fui sujetada de la cintura y las sensaciones se duplicaron. No había cosa, experiencia o situación vivida que pudiera servirme para describir lo que estaba sintiendo. Era tan extraño y tan...

— Alaric...— Llevé las manos a mi boca tan pronto su nombre abandonó mi boca.

— Deseo escuchar mi nombre. — Murmuró con voy profunda, ronca y sensual mientras alejaba mis manos de mi rostro y las alzaba sobre mi cabeza.

De ahí en adelante fue una locura. Cientos de sensaciones recorrían mi cuerpo con cada movimiento, beso y caricia.

— Mi mujer...— Gruñó sobre mi mandíbula. — Mía...

Las líneas que dejaban mis uñas sobre la piel bronceada de su pecho y hombros se veían tan rojas y profundas que parecía que lo estuviera marcando. A él no le molestaba, de hecho, cada vez que arañaba sus pectorales o el abdomen, gruñía y arremetía con fuerza.

Me sentía en la gloria. Ese hombre estaba tocando puntos que ni siquiera conocía de mi propio cuerpo y ni hablar de ese lugar al que nadie había llegado...

Mi cuerpo convulsionó bajo el suyo, uno que tras dos movimientos más, cayó sobre mí teniendo cuidado de no aplastarme.

— ¿Qué sucederá ahora? — Me atreví a preguntar cuando recuperé el aliento.

Alaric levantó la mirada, besó mis labios y salió, tanto de mí como de encima de mi cuerpo. Bajo mi atenta y confusa mirada se sentó a mi lado, tomándome de la cintura casi al instante y colocándome frente a él. Mi espalda descansaba sobre su pecho, ese que se encontraba adornado por un par de perlas saladas.

— Reinará como lo ha hecho. — Besó la parte de atrás de mi oreja y fue bajando lentamente hasta llegar a mis hombros. — Sus decisiones serán importantes y deberá estar cuando algún duque, rey o conde, desee ser escuchado. Lo demás es de su conocimiento.

Lo estaba escuchando pero no con tanto detenimiento como me hubiera gustado. Era su culpa que mi atención no estuviera del todo en sus palabras porque Alaric paseaba lentamente una de sus manos por mi espalda.

— Cálmese. — Murmuró con los labios rozando mi hombro.

Mi cabello fue echado hacia adelante, siendo colocado sobre mi hombro izquierdo. Podía sentir la tensión aumentando sobre mis hombros a medida que el silencio reinaba en el aposento. Tal vez se había arrepentido de todo lo dicho antes de consumar el matrimonio...

Arqueé mi espalda cuando algo recorrió toda mi columna.

— Sh...— Emitió, llevando sus dedos a cada una de las cicatrices para trazarlas.

No las había visto pero gracias a él tenía una idea aproximada del tamaño que tenían.

Su mano se colocó sobre mi hombro y empujó con suavidad, echándome hacia adelante con lentitud. En un principio no entendía lo que quería hacer pero luego lo comprendí. Lo hice cuando sus labios besaron mi espalda baja y fueron subiendo a lo largo de cada una de las cicatrices.

— Usted dijo que pedía lo que ofrecía... Dijo que era alguien afectuosa y que esperaba no tener que pedir ser abrazada. — Alaric había demostrado en otras ocasiones que sí me prestaba atención pero siempre era sorprendente escuchar que realmente lo hacía, sobre todo cuando repetía las palabras que había llegado a decirle. — No fui criado como usted y no conozco cómo debería tratarla, pero...— Volvió a besar mi piel. — Puedo jurarle que no la veo como a una mujer cualquiera.

— ¿Qué est...?— Lo poco que había logrado mirarlo fue reducido a nada cuando me tomó de la quijada y me volteó el rostro nuevamente hacia adelante.

— No me mire. — Gruñó en desaprobación. — Lo que estoy tratando de decirle es que... Usted habló de sentimientos.

A ese punto mi corazón latía con tanta fuerza que temí que Alaric lo notara.

— Le dije que lo olvidara. — Me sobresalté al sentir la forma en la que mordisqueaba mi piel de forma juguetona.

— Silencio. — Asentí levemente mientras intentaba ocultar la sonrisa que luchaba por escaparse de mis comisuras.

Que lo intentara le daba puntos extras a ese hombre, a mi esposo.

Era tan extraño pensar en eso... Por Dios, me había casado con él, con Alaric.

— Fui criado para ser rey, para que todos me obedecieran y estuvieran bajo mis pies. Le he dicho que mi padre era un buen hombre pero mi forma de ser es gracias a mi madre. — No lo había dicho como si realmente estuviera agradecido, más bien se escuchó rencoroso. — Usted es afectuosa porque fue criada así, sin embargo... Nunca debe dudar de mis sentimientos hacia usted.

Una presión extraña se instaló en mi corazón, una que iba en aumento con cada palabra y caricia que recibía de su parte.

— Tal vez no la abrace o le diga cuánto me agrada su presencia pero puedo jurarle que no dejaré de protegerla ni de preocuparme por usted. Esa es la única forma en la que sabré mostrar lo que siento. — Pese a su notorio desacuerdo, me giré lo suficiente para verlo pero no para quedar expuesta, aunque mi cabello cubría las partes importantes.

Irónico porque ya me había visto todo, ni un solo pedazo de piel había quedado sin ser observado.

— De acuerdo, de los dos usted será el protector y yo la afectuosa. — Asentí sonriente mientras pasaba los brazos alrededor de su cuello.

Mis mejillas fueron besadas al igual que mis labios, esos que al final de la noche terminaron hinchados debido a la constante fricción. Mi delgado cuerpo fue resguardado del frío por las cálidas mantas que él mismo había colocado sobre mi cuerpo pero eso no fue lo único. Allí, bajo las dos o tres capas de tela, me encontraba siendo abrazada por aquellos brazos que prometían mantenerme junto a su cuerpo incluso cuando las situaciones se pusieran complicadas.

Ahí me quedé dormida, con la cabeza sobre su pecho y la melodía de su corazón el mi oreja. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora