Me aferré a los ropajes y lo giré, hundiéndolo en la nieve cuando cayó al suelo.
— ¿Cómo es posible que su reina los venza? — Bramó un muy enojado Alaric.
Su rostro se veía pálido a pesar de que su piel estaba bronceada y eso era por la cantidad de nieve que había estado cayendo y frío que nos calaba en los huesos. El vaho salía de entre sus labios como si hubiera corrido un maratón pero sin duda alguna lo que llamaba la atención de todos eran sus puños. Estaban tan fuertemente apretados que sus nudillos parecían camuflarse entre la nieve.
Estaba molesto y no era para menos.
Mis entrenamientos habían rendido frutos y eso lo enorgullecía, pero lo que le molestaba era que pudiera vencer a sus hombres, a quienes se suponían que debían protegerme. Para él era humillante que la reina, una mujer cuyo físico no era amenazante en absoluto, pudiera derrotar a sus hombres como si de beber agua se tratara.
Habían sido largos meses de entrenamientos, frustraciones y corajes, tantas cosas que dejaban a sus hombres en vergüenza.
— ¡De pie! — Me mordí los labios mientras me colocaba a su lado.
Tal vez si hubiera sido menos salvaje Alaric no estuviera de tan mal humor pero no podía contenerme para que ellos se lucieran. Se suponía que eran salvajes e imparables, en resumen, lo mejor de lo mejor...
— Thabita. — Levanté la mirada tan pronto escuché mi nombre.
— ¿Sí mi rey? — En otra circunstancia Alaric hubiera sonreído con egocentrismo por la forma sumisa en la que le había hablado pero en ese momento ni siquiera se percató de que quería que se calmara un poco.
— Luche contra Kamal. — Lo observé con los ojos muy abiertos, esperando que se echara a reír o se retractara, dos cosas que nunca sucedieron.
— Sí mi rey. — Di un paso hacia adelante mientras esperaba a que mi contrincante llegara.
Alaric, en todos esos meses en los que había estado entrenándome día sí y día también, jamás había autorizado que Kamal luchara contra mí. Ese era su límite y que en ese instante lo hubiera permitido hablaba del coraje y del poco autocontrol que tenía en esos momentos.
Dos opciones pasaron por mi cabeza: la primera era que quería verme caer de una vez y por todas y la segunda alternativa era que deseaba ver si todo su ejército era "débil". Si resultaba ser la primera y era vencida por Kamal, se suponía que su mal humor mermara. Sin embargo, si sucedía la segunda opción y yo ganaba, entonces esos pobres hombres podían despedirse de sus beneficios, celebraciones y descansos.
— Majestad. — El soldado hizo una leve reverencia antes de colocarse en posición de ataque.
Si algo había aprendido de Alaric era saber esquivar pero mi padre se había encargado de que una vez que atacara no fuera a detenerme. Desde que fui lo suficientemente mayo mi padre siempre eme había dicho algo que era fácilmente aplicable en ese momento.
— Si llega a suceder algo y te ves metida en una pelea, recuerda esto muy bien. Si atacas primero procura no detenerte porque como lo hagas, la otra persona va a golpearte con mucha más fuerza y luego tú estarás en desventaja. — La primera vez que escuché esas palabras tenía once años y me acompañaron durante mi adolescencia. — Esto no quiere decir que puedes ir golpeando a todos, solo aplica cuando ya no puedas más y esto es porque...
— Tú no puedes golpear a niñas y mamá es muy tranquila para meterse en problemas, lo sé. — Me guiñó el ojo y continuó cocinando como si no hubiera dicho nada.
Desde ese entonces tenía muy presentes esas palabras aunque gracias a mi forma de ser nunca había estado metida en una pelea.
Lentamente comencé a caminar alrededor de mi nueva presa mientras estudiaba cada una de sus reacciones y movimientos. De todos los soldados él era el más complicado porque conocía muy bien todo lo que tenía que ver con lucha y control de su cuerpo.
Kamal también me estaba estudiando y lo sabía, pero eso no me intimidaba. Durante bastante tiempo había sido analizada y lanzada al suelo por mi padre y mi esposo, así que no iba a permitir que otra persona hiciera lo mismo por tercera vez.
Sin perder más tiempo me acerqué a mi presa e inicié el ataque. Levantaba la pierna y cuando veía que esquivaba la movía hacia él, logrando golpear sus muslos y causando que perdiera un poco de estabilidad. Cuando me cansé de jugar con la comida comencé a lanzar golpes con los puños, en ocasiones golpeando su estómago, en otras siendo esquivada y en algunas pocas golpeando su quijada debido a sus constantes intentos por evitar ser golpeado.
En algún punto mis muñecas fueron sujetadas por él y fue entonces cuando alcé nuevamente mi pierna y le di una patada en el estómago, desestabilizándolo por completo. El siguiente y último movimiento fue golpear el área del cuello con mi pierna, justo con el área que se encontraba entre el talón y la pantorrilla. Su cuerpo cayó al suelo debido a la fuerza utilizada, pero sus ojos llenos de asombro jamás se alejaron de los míos.
— Cortesía de Jackie Chan. — Murmuré, tendiéndole la mano para que se pusiera de pie.
Los labios de Alaric estaban fuertemente unidos mientras miraba fijamente mi mano con frialdad. Con lentitud retrocedí y posicioné mis brazos al lado de mi cuerpo.
— ¿Cómo es posible? — Murmuró, conteniendo su coraje. — La reina...
— Majestad. — Los ojos oscurecidos y llenos de coraje de Alaric se centraron en el soldado que había abierto la boca.
Todos sabían que cuando el rey estaba molesto lo mejor que se podía hacer era guardar silencio pero él no lo había hecho y por eso la patada en su estómago había sido ganada a pulso. Nadie se movió para ayudarlo a ponerse de pie, todos nos manteníamos con la cabeza agachada y en silencio.
— La reina ha vencido a los soldados que deberían protegerla...— Y explotó.
Su bramido se escuchó con fuerza e incluso cuando sus labios se unieron todavía se podía escuchar el eco de su voz repitiendo las palabras dichas.
— Inútiles. — Gritó. — Una mujer, una simple mujer ha vencido a hombres entrenados para matar. — En otro momento me hubiera tomado eso como un insulto y lo habría mandado a la mierda pero en ese entonces sabía que no lo había dicho con la intención de herir o restarle valor a mis esfuerzos. — Sus padres deberían estar retorciéndose bajo la tierra... ¡Sus madres deberían sentir vergüenza!
No era a mí a quien le estaba gritando y aún me sentía bastante mal...
— ¡Desaparezcan! ¡Con el alba iniciarán un entrenamiento! — Oh... Ellos estaban en grandes problemas.
Para nadie era un secreto que los entrenamientos de Alaric eran inhumanos. No le importaban las temperaturas o el lugar, mucho menos si alguien se quedaba atrás y moría mientras intentaba alcanzar al resto.
— ¿A dónde va? — Preguntó sin alejar la mirada de sus soldados, quienes caminaban hacia el castillo para resguardarse del frío.
— A los calabozos, tengo que practicar. — Mis palabras parecieron llamar su atención.
— Iré con usted. — Asentí levemente mientras entrelazaba nuestras manos.
Las cosas entre nosotros habían tardado bastante en fluir pues cada cual se culpaba por lo sucedido, pero con el tiempo habíamos recuperado esa cercanía y complicidad que se había estado formando desde mi llegada. Ambos sabíamos que la perdida de nuestro hijo era algo que siempre iba a arder en nuestro interior pero si nos alejábamos y nos encerrábamos en nosotros mismos iba a ser peor.

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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasia💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...