🏹01🗡️

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Estaba exhausta, mis piernas temblaban como si fueran dos flanes y me dolía respirar. El sudor bajaba por mi frente, cuello y espalda constantemente, empapando mi camiseta deportiva.

No podía más, mi cuerpo no resistía ni un solo movimiento.

— ¿Esto es todo lo que tienes? — Gritó con malestar y lo comprendía.

— Solo dame un momento. — La espada cayó al suelo con brusquedad y él se echó el cabello hacia atrás como si así pudiera obtener paciencia.

— ¿Así quieres llegar? ¿Fatigada y lista para que te asesinen? — Tenía razón, lo sabía. — ¿Quién eres? — Gritó.

— ¡Thabita de Edevane, princesa de Britmongh! — Respondí de vuelta, utilizando el mismo tono de voz.

— ¿Crees que me importa tu título? — Fue tan frío que llegué a arrepentirme de haberlo dicho. — ¿De qué te sirve ser una princesa si ni siquiera puedes mantenerte de pie sin que te tiemblen las piernas?

— Yo...— Tomó la espada y se puso en posición de ataque.

— ¿Eres consciente de que pude haberte matado hace mucho? — Asentí lentamente. — Haz algo, lo que sea. Si ni siquiera logras desarmarme puedes considerarte una princesa inútil.

Auch.

Jamás me habían dicho esas palabras. Siempre había sido una persona con buenas notas, participaba en todo lo que podía y me esforzaba, por eso nunca me habían llamado inútil.

— ¿Eres mi padre o mi enemigo? — Lancé el primero golpe, uno que por cierto fue esquivado a la perfección.

Era imposible siquiera llegar a tocarlo.

— En estos momentos...— Mi espalda golpeó con fuerza la tierra y la espada salió volando hacia alguna parte mientras que la suya apuntaba a mi tráquea. — Soy quien pudo haberte cortado el cuello, una vez más.

— Lek, ¿qué te parece si la dejas tomar un poco de agua? — La dulce y tranquila voz de mi madre hizo que aquellos ojos desafiantes dejaran de observarme.

Ni siquiera me atreví a moverme en esos momentos en los que su atención no estaba en mí porque papá era impresionantemente rápido e iba a volver a lanzarme al suelo como si nada.

— ¿Crees que se lo merece? — Volvió a mirarme, taladrándome con esa fría mirada que a mamá le encantaba. — Porque yo creo que no.

— Nunca crees que me merezco nada. — Murmuré para mí, ganándome una sonrisa ladeada de su parte.

— Yo creo...— La mujer con el cabello pelirrojo, bonito y largo como el mío apareció en mi campo de visión. — Que mañana no podrá entrenar si continúas lanzándola como si fuera un saco de papas.

Lentamente puso su mano sobre la hoja de la espada y la alejó, todo eso sin dejar de ver a papá con una leve sonrisa en los labios. Así era ella, llegaba con tanta calma que era imposible no relajarse y obedecerla.

— Te ves terrible. — Se burló al verme.

Con la misma lentitud se hincó a mi lado para intentar peinar mi cabello. Debía verme desastrosa, más aún cuando estaba sudada y debía tener tierra pegada por la espada, los brazos e incluso en el cabello.

— Ve a tomar agua, has hecho un buen trabajo. — Incluso teniendo el cabello hecho un asco ella dejó un casto beso en él.

— Pero papá dice que no. — Hice un puchero como si fuera una niña pequeña haciendo una rabieta.

— Es un rey Thabita, creció y vivió prácticamente con la espada entre sus manos. En estos momentos es imposible que siquiera puedas herirlo pero desde mi inexperto punto de vista, lo estás haciendo muy bien. — Por eso amaba a mi madre, porque ella tenía la delicadeza que le faltaba al rey que no había dejado de asesinarme con la mirada.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora