🏹89🗡️

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Yo no tenía un gato que se restregara contra mi pierna o me arañara el rostro, pero tenía un esposo que actuaba prácticamente igual. Alaric me llevaba con él a todas partes y me sentaba en su regazo sin importarle quién estuviera frente a nosotros. Además, no había dejado de reñirme una y otra vez por haberme quedado paralizada.

¿Qué culpa tenía yo de no poder moverme?

Ninguna, pero según él no era la primera vez que sucedía.

— Si vuelve a suceder, voy a encerrarla en mi aposento y no tendrá posibilidades de salir. — Amenazó mientras observaba unos pergaminos.

— Si me encierra dormiré en todo momento. Estaría permitiendo que la bruja se acercara y tal vez podría volver a olvidarlo. — Dejó el papel sobre el escritorio y me acercó más a él, si es que eso era posible.

No estábamos solos, frente a nosotros se encontraban algunos mensajeros y consejeros que mantenían la cabeza agachada mientras el rey leía lo que sus reyes pedían para poder firmar un acuerdo de paz.

— Créame. — Susurró contra mi oreja. — No podrá descansar.

— ¿Qué está diciendo? — Intentaba parecer tranquila pero la forma posesiva en la que se sujetaba me estaba avergonzando.

Solo uno de ellos se había atrevido a halagarme de más y desde ese momento Alaric se había mostrado realmente posesivo.

— Si la encerraré en mi aposento y no deseo que la bruja la hiera, no podremos descansar. — Su mano se paseó descaradamente sobre uno de mis muslos, aprovechando que el escritorio impedía que nos vieran.

¿Dónde había quedado el Alaric serio, impersuasible y recto con el que me había casado?

Ese hombre que acariciaba mi cuerpo con lentitud para no ser descubierto era un atrevido, nada parecido al rey Alaric que había conocido. Me gustaba que fuera así pero en la privacidad de los aposentos, no frente a visitantes que no se atrevían a alzar la mirada para no morir.

— Agradezco su preocupación mi rey pero no creo que sea adecuado. — De cierta forma lo estaba rechazando y sabía que eso me iba a costar.

Posiblemente se cobraría el momento cuando ingresara a mi aposento de forma sigilosa o cuando me arrastrara al suyo. Lo importante era que sabía que al día siguiente tendría marcas en mi piel blanca por la brutalidad de su agarre y arremetidas.

Mi amorcito podía ser atento y cariñoso pero era un salvaje cuando la puerta se cerraba y quedábamos solos.

— Díganle a sus reyes que el rey de Britmongh no aceptará que ingresen a sus tierras sin su permiso. Quien entre morirá por mis propias manos. — De una forma brusca dejó en claro que había aceptado la unión, solo que no permitiría ni una sola traición. — Salgan. — Entregó los pergaminos con su firma y sello e inmediatamente los hombres salieron, completamente aliviados por poder volver con vida a sus hogares. — ¿Acaba de rechazarme?

— No es correcto que me siente sobre sus piernas y tampoco que me acaricie frente a sus visitas. — El hombre a mis espaldas se puso de pie y por consecuencia yo también.

— ¿Quién osaría a hablar sobre el trato que le doy a mi mujer? — Con tan solo dos cortos pasos me tuvo acorralada entre la oscura madera de su escritorio y su cuerpo.

— Muchos. Tal vez no frente a usted pero lo harán. — Sus ojos se entrecerraron mientras en sus labios comenzaba a nacer una sonrisa llena de arrogancia.

— Entonces, ¿debería matarlos a todos para que ningún hombre o mujer pueda hablar sobre mi reina? — Una de sus manos se cerró alrededor de mi cuello. — Solo debe pedirlo, lo sabe.

— No quiero que nadie muera. — Murmuré. — Bueno, solo una persona.

— ¿Quién? — Ese tono de voz...

Dios mío, aquella simple palabra se había escuchado tan peligrosa y sensual...

— Quiero que Mara sea ejecutada, es momento. — Ya había vivido suficiente tiempo, las torturas en los calabozos no se comparaban en nada con todo el daño que había hecho.

— ¿Cuándo desea su ejecución? — La decisión en su mirada no era una simple ilusión, realmente estaba dispuesto a ejecutarla porque era lo que yo quería.

— Con el alba. — Mis labios fueron besados suavemente antes de responderme.

— Que se haga la voluntad de mi reina. — Volvió a besarme, como si así estuviera dándome su palabra de que al amanecer presenciaría lo que había pedido. — Que así sea.

— ¿Qué hace? — Pregunté entre risas cuando sus manos comenzaron a subir la falda de mi vestido.

— Tomaré y probaré lo que es mío y se me fue negado. — Fui sentada sobre la madera mientras sus manos acariciaban mis piernas desnudas y lo que se encontraba entre ellas. — Esto es mío. — Eché la cabeza hacia adelante, apoyándola sobre su hombro. — Toda usted me pertenece pero ha osado a negarse a mí.

— Alaric, no...— Murmuré débilmente.

— ¿Vuelve a negarme lo que me pertenece? — Masculló con cierta diversión. — Lástima que su cuerpo no piense lo mismo. — Mi cuerpo entero se sacudió tras sentir su aliento caliente y su posterior intromisión. — Mi mujer es exquisita, un manjar...

— Cariño, no es necesario...— Fui callada cuando volvió a estar de pie y arremetió contra mí. — Eres tan bruto.

— Nunca antes se ha quejado. — Y tampoco lo estaba haciendo en ese momento, no era tonta y mucho menos carecía de sensibilidad. — Si de este lugar no sale con mi descendencia en su vientre, entonces debería prepararse para nuestros encuentros en el lecho. — Hablaba con dificultad. — Porque créame, no mentí cuando le dije que mi descendencia sería la suya.

Estaba tan entumecida y embobada que solo podía pensar en una sola cosa.

"Yes daddy".

Una y otra y otra vez esas dos palabras aparecían en mi cabeza pero las contuve. Únicamente yo sabría lo que pasaba por mi cabeza mientras los pergaminos eran lanzados al suelo.

Esperaba que nadie entrara porque el rey mataría sin dudarlo. Después de todo, encontrar a la reina en una situación tan comprometedora no tan solo sería una vergüenza, sino una completa falta de respeto que no sería perdonada.

Si Alaric no perdonaba las faltas de respeto de otros reyes, no quería saber lo que podría ocurrir con quien me viera de la misma forma en la que él me había visto tantas veces. 

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora