🏹21🗡️

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— ¡Deje de lanzarme! — Grité, llamando la atención de los soldados.

Los soldados de Britmongh me observaban como si fuera una suicida pero él, para quien iba dirigido mi grito, solo sonreía ladeadamente mientras me miraba con superioridad.

Luchar con papá siempre había sido complicado pero Alaric era mucho peor. Sus movimientos eran muy diferentes a los de mi mentor y aunque papá había cambiado constantemente sus tácticas, intentar adivinar por dónde iba a ser atacada por el rubio era completamente imposible. Alaric no se reía, no lanzaba movimientos a la nada y tampoco miraba antes de atacar, era un maldito hijo de perra que solo podía saber que me atacaba cuando ya me encontraba en el suelo.

— Deje de ser una presa. — Esa había sido su frase desde un inicio.

Llevábamos alrededor de una hora practicando y no había cambiado sus palabras ni una sola vez.

— ¡Alaric, le juro que va a comer tierra! — Resoplé mientras me ponía de pie y sacudía un poco la ropa para quitarme parte del polvo que se había adherido.

Corrí hacia él, sintiendo que la tierra bajo mis pies me daba impulso. Mis intentos por golpearlo fueron en vano, los esquivó a todos y cada uno de ellos pero al menos no pudo volver a lanzarme. Los soldados nos observaban con detenimiento y se iban acomodando como si dos adolescentes estuviéramos peleando en medio del pasillo de la escuela.

Me movía para un lado y Alaric se iba para el otro como si me hubiera leído con anticipación. Eso me hacía preguntarme si era demasiado obvia. Tal vez estaba delatándome con algún movimiento o podía ser mi mirada. Si quería sobrevivir debía mejorar y volverme igual o hasta más impredecible que Alaric.

— Presa. — Murmuró cerca de mi oreja con la única intención de provocarme.

No supe cómo ni cuándo pasó, pero algo hice con mi pie que provocó su caída. Bajé la mirada, encontrándome con que mi pie derecho se encontraba justo detrás del suyo, solo que en una posición extraña debido a la caída.

— Ay, ¿está bien Alaricito? — Murmuré, haciendo un puchero lleno de burla.

Lo estaba mirando desde arriba, tal y como él hacía cada vez que me observaba. Lentamente fui caminando hacia su cuerpo de tal manera en que mis pies quedaron a sus costados mientras mi cuerpo se alzaba sobre el suyo.

— Vaya por sus ropajes. — Ordenó con desagrado mientras se sentaba y miraba con desaprobación los pantalones que le había robado y me había atado a la cintura con una soga para que no se me cayeran.

Desde que entré y salí de su aposento, con él siguiéndome de cerca, se mostró en total desacuerdo con mi elección de vestuario pero iba a ser imposible entrenar con vestido. Estuvo totalmente en contra de que me vistiera "como hombre" hasta que empezó a lanzarme. Solo entonces se percató de que mi decisión había sido buena aunque no le agradara que una mujer llevara pantalones.

Si iba a romper reglas como esa que decía que una mujer no podía luchar, entonces también iba a utilizar pantalones y no unos de cualquier persona, iba a robárselos al mismísimo rey cada vez que pudiera.

— Deme la mano, presa. — Utilicé su palabra, ganándome una muy mala mirada y un golpe en mi mano extendida. — Grosero.

— Vaya, mujer. — Me giré como toda una campeona y comencé a caminar mientras los soldados celebraban que al fin alguien había lanzado al suelo al gran rey de Britmongh.

— Papá, pude lanzar a ese engreído gruñón. — Murmuré sonriente.

Fui acercándome al castillo con pasos decididos pero detuve mis pasos cuando frente a mis ojos comenzaron a aparecer los soldados. Iban trotando y no se veían nada contentos por ello. Uno por uno y sin dejar de correr, fueron reverenciándome con una leve inclinación de cabeza.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora