Podría explicar todo lo sucedido durante el día pero era más interesante saber cómo rayos había terminado en el aposento de Alaric. La noche había caído y con ello me sentí insegura en mi nuevo aposento. Era tarde cuando salí al pasillo y toqué la puerta como si mi vida peligrara. Como había tardado pensé que no se encontraba en el interior pero al poco tiempo la puerta fue abierta por un adormilado Alaric que apenas era capaz de mantenerse con los ojos abierto.
— Hágase a un lado. — Llevé mi mano a su costado y lo empujé, haciéndome espacio suficiente para poder entrar sin problemas.
— ¿Qué sucede? ¿Se encuentra bien? — Murmuró con voz adormilada.
Al verlo así no pude evitar sentir culpabilidad. Había sido egoísta al decidir ir a su aposento.
— Perdón, no podía dormir y...— Lo observé luchar para mantenerse de pie. — Olvídelo, vuelva a descansar.
Era una tonta. Alaric debía estar agotado y yo estaba allí molestando.
— Puede quedarse. — Murmuró. — Si no se siente protegida en su aposento, puede quedarse aquí.
— ¿De verdad? —Asintió con torpeza. — No molestaré.
— Va a descansar. — Pero ni con todo el cansancio del mundo dejaba de decirme lo que debía hacer.
Preferí no responder para que no termináramos en una discusión en la que posiblemente terminaría afuera de su dormitorio. Él no tardó nada en volver a acostarse y yo lo seguí poco después. Su cama era tan grande que podían dormir tres o cuatro personas, teniendo como único problema que tenían que dormir muy juntitos. Sin embargo, para dos estaba más que bien.
Mantuve la mirada fija en el techo mientras intentaba no moverme demasiado para que continuara descansando.
— ¿Qué hace? — Masculló como si mi silencio le causara preocupación.
— ¿Observo el techo...? — Su cuerpo se movió, girándose hacia mí.
— ¿Por qué no respira? — No podía creer lo exagerado que ese hombre podía ser.
— Sí respiro, solo no quería molestar. — Tomó mi antebrazo y tiró hacia él, acercándome hasta que mi cabeza quedara sobre su pecho.
— No me molesta. — Murmuró con los ojos cerrados. — Descanse.
— Ajá. — Me acurruqué como un pollito con frío.
— ¿Sigue molesta? — ¿Tanto le preocupaba que estuviera enojada con él?
— No, ya no. — Asintió con lentitud. — Lo que dijo... Eso de que me ama, ¿es cierto?
— Sabe que no le miento, nunca lo haría. — Era tan débil cuando se trataba de él... ¿A dónde se había escapado mi carácter?
— Yo, mm... Yo... También. — Murmuré por lo bajo.
— Lo sé, puedo verlo en sus ojos. — Besó castamente mi frente y alzó mi rostro para besar mis labios. — Descanse.
Fue mi turno de besar sus labios antes de acercarme aún más a él y quedarme dormida. Podría decir que era de las primeras veces que podía dormir bien sin necesidad de tomarme algo pero eso sería echarle flores a Alaric y esa no era mi intención. Ya bastante arriba tenía el ego y la arrogancia como para elevarlo todavía más.
Bajo mi brazo derecho y alrededor de mi cintura había algo cálido que impedía que el frío del exterior me calara los huesos. Ese algo olía bien, raro pero bien. El olor a hierbas aromáticas y cuero llegaba a mi nariz con fuerza e insistencia, como si estuviera acostada en una llanura y siendo resguardada por el cuero. Nunca antes había creído que esa mezcla de olores fuera a agradarme pero allí estaba, pareciendo que sin esos olores no podría dormir.
— Thabita. — Susurraron cerca de mi oreja.
Alguien me estaba molestando y si continuaba así iba a darle una patada. Hacía una eternidad que no lograba dormir tan bien y que estuviera llamándome, respirando sobre mi mejilla o acariciando mi espalda, no era algo que me ayudara a descansar.
— Thabita. — Llevé mi mano a lo que creí que era la fuente de mi malestar y lo cubrí, sintiendo casi de inmediato el aire caliente.
— Shh...— Emití, acurrucándome más a lo que me mantenía calentita.
Unos dedos largos y delgados se enroscaron alrededor de mi muñeca, alejándola con demasiada delicadeza.
— Debe alimentarse. — Volvió a susurrar.
Con pesadez abrí los ojos. Enfocar algo era complicado en esos momentos pero llevé las manos a mis ojos para limpiarlos y poder ver mejor. Lo primero que vi fue su cicatriz y luego sus ojos, lo demás poco importó.
— No quiero. — Murmuré.
A ese punto ya estaba prácticamente subida sobre él y a pesar de lo mandón que era, nunca me alejó, bajó y tampoco me ordenó que le devolviera su espacio personal.
— Pero debe. — Negué con la cabeza mientras escalaba su cuerpo y me volvía un peso muerto.
No supe cuándo, cómo o por qué, pero en un instante estaba acostada sobre él y en otro me encontraba abajo, en una posición bastante sugerente.
— Debemos bajar. — Mi boca fue atrapada por la suya con una bestialidad que nunca había visto o sentido de su parte. — Alaric...
— Lo sé. — Murmuró cuando se alejó.
Y una mierda. Tan pronto el calor de sus manos hizo contacto con mis piernas el tiempo y nuestras responsabilidades dejaron de importar.
Su cuerpo era atraído por el mío y viceversa, cayendo en una espiral de la que iba a ser difícil de salir. Nuestras respiraciones se mezclaban con cada beso, caricia o movimiento, sobre todo cuando me sujetaba de la cintura y el aposento se llenaba de sonidos poco decorosos.
— Alaric...— Suspiré contra sus labios.
Algo tenía ese hombre que cuando estábamos juntos físicamente hablando, mi cabeza se nublaba por completo y no podía pensar en otra cosa que no fuera en él. Alaric tuvo que haberme dado agua de calzón, de otra forma no entendía por qué me tenía al borde de la locura.
— Oh...— Mi boca se quedó abierta cuando su pelvis quedó unida a la mía.
Mis piernas luchaban por unirse pero las suyas me lo impedían. Todo mi cuerpo temblaba y eso aumentó cuando una presión se instaló muy cerca de mi centro.
— Hermosa. —Susurró cerca de mi oreja antes de besar mi mejilla.
En más de una ocasión me había dicho que no era nada afectuoso y aunque no le decía nada para que no se sintiera incómodo y dejara de hacerlo, la realidad era que era más cariñoso de lo que él mismo pensaba.
Cayó a mi lado con el pecho subiendo y bajando a gran velocidad. Por su piel bajaban gotas de sudor que me invitaban a seguirlas con la mirada para ver hacia dónde iban. Sin embargo, preferí llevar mi dedo índice a la cicatriz de su pecho para delinearla. Ya no sucedía como las primeras veces que lo había tocado, su cuerpo no temblaba ni intentaba alejarse.
Tomé su mandíbula y acerqué su rostro al mío, dejando sobre su cicatriz, mejillas y pómulos, un bar de besos húmedos que terminaron en sus labios.
Mientras disfrutaba de su boca pensaba en lo importante que se había vuelto para mí. En lo mucho que lo amaba y lo destrozada que iba a estar si algo le llegaba a pasar a mi hombre.
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Flecha de Fuego© EE #6
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Sexto libro de la saga EE.• •Es necesario leer todos los libros para comprender lo que sucede en la historia y conocer a los personasjes.• Aquellas tierra...