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— Las hechiceras estarán frente a los soldados. — Repitió Alaric con voz cansina.

Llevaba al menos tres horas explicando la formación en la que atacaríamos y cada tanto volvían a decir que los soldados morirían a manos de la bruja. Ya estaba cansado, su humor era espantoso y más de uno había sido amenazado de muerte.

— Pero majestad, las hechiceras. — Su mano libre golpeó con fuerza el otro reposabrazos.

— Si no desea luchar, huya y muera como un cobarde. — Escupió, intentando no lanzarse al cuello del rey de Peil. — Pueden marcharse, se les enviarán pergaminos cuando sea el momento de enfrentarnos a la bruja.

— ¿Hablará con las hechiceras? — Sus ojos verdes fueron ocultados por sus parpados mientras señalaba las puertas de la sala de tronos.

— Largo. — Masculló entre dientes.

Como sirvientes sumisos, cada hombre poderoso se puso de pie y comenzó a salir. En la sala quedó Einar, quien cada día más me recordaba a su padre y en la forma en que se comportaba con el mío. Era como si Fracci ansiara ser golpeado por mi padre, pero como sabía que mamá no lo permitiría, picaba y picaba hasta que papá cerraba los ojos con fuerza y lo amenazaba con aplastarle la cabeza. Solo así se alejaba, para volver más tarde y repetir los mismo pasos.

De hecho, en algún momento un pequeño Einar de algunos ocho años, intentó imitar a su papá. Se acercó a mi paciente padre y lo irritó hasta el punto en que papá lo sujetó de la parte trasera del cuello de la camisa, caminó hacia Fracci y soltó al niño frente a él , no sin antes lanzarle a ambos una advertencia.

— Vigílalo o puede que lo encuentres debajo de las ruedas del camión de la basura. — Masculló entre dientes.

Sí... Mi papito hermoso era un amor.

Yo era la luz de sus ojos pero su tolerancia con otros niños era nula.

Por eso y muchos motivos más, siempre veía a Einar como una copia de Reli Fracci, solo que Alaric estaba en el medievo, en donde no había ley más poderosa que su palabra.

— Fracci...— Dijo al mismo tiempo en que suspiraba.

Pase mi mano por su brazo en un intento por darle ánimos. Alaric se notaba cansado, aquella reunión había drenado sus energías casi por completo.

— Tranquilo. — Le sururré.

— ¿Quién habría imaginado que el gran rey terminaría eligiendo como su reina a la espía que detestaba? — Se mofó el conde de Sdon.

— Thabita, ¿cuáles son la palabras que utiliza cuando algo le molesta? — Quise reír a carcajadas pero me contuve y me acerqué a su oreja para que Einar no se enterara. — Ah... Fracci, deje de joder y váyase a la mierda.

La varonil y estruendosa carcajada de Einar se apoderó de la sala de tronos, molestando todavía más a Alaric.

— El gran y temido rey de Britmongh... Diciendo groserías del futuro...— Continuó riendo como un demente.

— Maldito bastardo. — Masculló, poniéndose de pie y tomando mi mano para que lo acompañara. — Vuelva a sus tierras y prepare a sus soldados.

— Sí señor. — Balbuceó como pudo.

Muy adulto y todo pero seguía actuando como el Einar que conocía en mi época.

— Es bueno que se rodee de personas como Einar, el duque de Rafgli o Gilderoy, incluso como Kamal. — Entrelacé mis dedos con los suyos mientras salíamos de la sala, escuchando de fondo la risa del hombre. — Personas buenas, algunas alegres, pero tranquilas y leales.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora