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Mi mano estaba entrelazada con la suya, algo que no fue fácil de lograr debido a sus constantes quejas y gruñidos. Caminábamos por el castillo mientras observábamos que todo estuviera en orden.

Alaric solía hacer el recorrido solo pero ese día quise acompañarlo.

— No hemos hecho nada respecto a la bruja. — Murmuré con libertad pues a nuestro alrededor no había nadie en ese momento.

— Hay soldados buscándola. — Él conocía lo que pensaba sobre las búsquedas, sobre todo con lo sucedido la última vez.

Kamal no era un cobarde pero se había pensado dos veces el volver a hacer una expedición.

— Podría hablar con la mujer del objeto. — Su mano apretó la mía como una clara expresión de desacuerdo. — Podría saber algo.

— No. — No dudó en escupir su negativa.

— Entienda que hay demasiada tranquilidad, me preocupa que nos ataque y acabe con todos. Tal vez ella pueda decirnos algo que nos permita estar alerta. — Abrió la boca para volver a negarse. — Usted podría estar presente. — Eso lo hizo unir los labios y fruncir el ceño.

Sabía que aceptaría, era tan protector que prefería arriesgar su cuello junto al mío que dejarme sola en mis imprudencias.

— ¿Cuándo? —Sonreí con verdadera alegría.

— Ahora, antes de que lo piense mejor. — Tiré de su mano hacia los aposentos.

Prácticamente lo llevé arrastras o eso era lo que debían pensar los soldados al verme corriendo y tirando a un hombre que intentaba clavar los pies en el suelo. Logramos llegar a mi aposento, uno más agitado que el otro e ingresamos para tener la privacidad que un tema como ese necesitaba.

Tan pronto saqué el objeto de mi escondite el hombre de ojos verdes frunció el ceño y lo observó con desconfianza.

— Nos veremos en unos minutos. — Besé sus labios y me centré en el espejo.

No entendí cómo podía verlo por el rabillo del ojo. Alaric seguía estando de pie frente a mí, solo que me observaba con los ojos abiertos y asentía repetidas veces. Había desaparecido frente a sus narices y para alguien de su época era difícil de mantener el fuego lejos de todo lo que le pareciera brujería.

— Majestad. — La ya conocida voz de la mujer me saludó. — Felicidades por su unión. — Dijo mientras miraba a Alaric con una sonrisa en los labios. — Por si se lo pregunta, puede verlo porque así lo deseo, creí que se sentiría más cómoda sabiendo que el rey se encuentra cerca de usted.

— Gracias. — Mascullé. — No quiero ser grosera pero me gustaría saber quién es usted y si sabe algo de la bruja.

— Se hace fuerte. — Susurró. — Teme de usted y busca fortalecerse como sea. Debe tener cuidado, majestad.

— Entre nosotros hay una traidora, ¿puede decirme quién es? — Sus labios se torcieron en una mueca de desagrado.

— Esa mujer...— Escupió con desprecio. — Sus ojos azules están llenos de maldad y... — Tomó mi mano, examinando mi dedo índice con detenimiento. — Utiliza su sangre para atraer el mal.

— Dígame que no es otra bruja. — No se movió, únicamente ocultó sus labios, volviéndolo una línea recta. — Maldición, esto no le gustará a nadie.

— Debe tener cuidado, se encuentra más cerca de lo que cree. No confíe en nadie, majestad. — Sus ojos fueron nuevamente hacia el rey, quien caminaba de un lado a otro como un loco. — Escuche al rey cuando le prohíbe alimentarse o beber sin que antes sea probado y por lo que más quera, desconfíe de sus cercanos. Se viste de aliada pero solo desea llegar a usted y a su bebé.

Mis ojos dejaron de estar en las manos que se hundían en la larga y rubia cabellera de Alaric. Giré la cabeza hacia la mujer sin temor o tener cuidado de lastimarme.

— ¿Qué ha dicho? — Apretó sus manos como si tratara de arrancárselas.

Ella por lo general hablaba con acertijos, frases y palabras extrañas, nada con demasiado sentido. Sin embargo, por su reacción se notaba que no debía haberme dicho eso.

— ¿Bebé? — Llevé las manos a mi vientre con incredulidad. — ¿Estoy...? ¿Estoy embarazada?

— Aún no pero pronto. Cuídese. — Susurró, desapareciendo frente a mis ojos y dejándome con un sabor extraño en la boca.

Era nuevamente visible, lo supe porque las manos de Alaric me tomaron de los brazos y me giraron pero fuera de eso no era consciente de nada. La palabra bebé se repetía una y otra vez en mi cabeza y mi cuerpo era abrazado por una cantidad de emociones que desconocía hasta ese momento.

— ¿Qué sucedió? — Preguntó, llevando sus manos a mi rostro para que pudiera verlo.

Me hubiera encantado decirle que un niño me comía otra vez como había sucedido en uno de mis sueños pero la realidad era que al parecer yo me había comido al niño, uno que pronto en mi vientre, tan ajeno a todo el mal que lo rodeaba.

— ¿Qué le dijo? — Mis manos estaban entumecidas sobre mi vientre.

— Dijo que pronto estaré embarazada. — Susurré.

No fui la única en quedar sin palabras. Alaric, quien casi siempre tenía algo para decir, se quedó callado y mirando mi cara como si hubiera visto un unicornio con dos cuernos.

— ¿Qué ha dicho? — Murmuró lentamente.

— Tu preciada descendencia vendrá en camino. — Sus brazos me rodearon fuertemente con el área de los hombros para no ejercer presión sobre mi vientre. — No es un buen momento...

— Sé que teme. — Mi mentón comenzó a temblar cada vez más. — Pero...

— Hay dos zorras detrás de mi trasero, ¿cómo puedo traer a un niño al mundo? — Sollocé contra su pecho. — Ella dijo que había una bruja, la traidora. Dijo que estaba cerca y yo... Soy imprudente, no pienso las cosas antes de hacerlas y no quiero que le pase nada.

— Thabita, cálmese. — Tomó mis mejillas entre sus manos y alejó mi rostro para que nuevamente lo viera a los ojos. — Protegeremos a ese crío, ellas tendrán que pasar por todo el pueblo y nuestros aliados para lograr tocar a nuestro hijo. — Besó castamente mis labios. — Y no lo lograrán.

— Tengo miedo. — Volvió a besarme.

— No debe temer. — Una sonrisa fue apareciendo por sus labios hasta iluminar su rostro. — Le dije que mi descendencia sería la suya.

— Tonto. —Volví a fundirme entre sus brazos mientras pensaba la mejor manera para mantener a ese par lejos de mi familia.

No las quería cerca, ni de mi futuro hijo ni de mi esposo y tampoco de Britmongh. En ese momento no tenía cabeza para pensar demasiado pero luego, cuando me tranquilizara, iba a planear hasta el más mínimo detalle.

Si en la boda habían celebrado, no quería saber cuántos días se escucharían los cánticos después de que mi embarazo se hiciera realidad, comenzara a notarse y no pudiéramos ocultarlo más.

Mientras tanto la información de mi pronto estado iba a ser un secreto de dos y mi protección la prioridad de todo el pueblo.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora