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Mis ojos estaban tan abiertos que era imposible perderme algún detalle de lo que sucedía. Aquel rey tenía sus labios sobre los míos y comenzaba a moverlos con lentitud. Sus ojos estaban cerrados mientras que sus manos se alejaban de la pared y se ceñían a mi cintura.

Mi mirada viajaba por todo su rostro como si estuviera buscando algo que aún no lograba encontrar. Sin embargo, la realidad era que mi cuerpo y mi mente se habían desconectado por completo.

El sistema se había caído, la señal no funcionaba, los satélites se habían estrellado contra el suelo.

Podía sentir la forma lenta y cuidadosa en la que su boca se movía sobre la mía. Era como si estuviera acariciándome de forma íntima, intentando memorizar la calidez y suavidad de mis bastante jodidos labios.

Ninguno de los dos tenía la boca en su mejor condición pues el frío, el hambre y la sed pasaban sus respectivas facturas pero en ese momento no se sintió extraño o desagradable sino todo lo contrario.

Estaba siendo besada por ese hombre que cambiaba de humor cada dos segundos y no lo estaba alejando. Había dejado de buscar aquello desconocido para enfocarme en observarlo. Tenía un par de lunares pequeños que nunca había visto. Ellos se encontraban sobre su pómulo derecho y estaban ubicados al lado del otro, solo que uno un poco más arriba.

Dos lunares realmente bonitos y una cicatriz que me llamaba la atención, genial.

Su boca se alejó de la mía justo cuando había descubierto otro lunar de bajo de una de sus cejas. Sin decir nada unió nuestras frentes mientras me observaba con aquellos ojos color aceituna que parecían ver a través de mi alma.

— ¿Ha comprendido? — Asentí lentamente ante su susurro. — Debería descansar.

No era una sugerencia, Alaric nunca decía nada sin que por detrás estuviera escondida una orden. Por eso mismo no me sorprendió que me tomara de la mano y me guiara hacia el lecho, en donde me acosté y fui abrazada sutilmente por él.

¿Qué era el abrazo sutil?

Que se acostara detrás de mí y colocara su mano sobre mi antebrazo. Sin demasiado contacto y respetuoso, eso era el abrazo sutil.

Tan pronto mi cabeza se encontró apoyada sobre su pecho mi corazón inició su latir desenfrenado.

— ¿Thabita? — Me volteé por completo para poder prestarle atención.

— ¿Mm? — Emití.

— Lo que le dije...— El crepitar del fuego nos hizo sentarnos sobre el lecho.

Nos habíamos olvidado de él y se encontraba dando sus últimos suspiros. De un salto salí de la vieja cama y tomé tantas ramas como pude para mantener la vivienda calentita. Con la cantidad que le había puesto iba a ser suficiente y gracias a las piedras que estaban abajo las chispas no caían al suelo, evitando así una gran tragedia.

Una vez que todo estuvo listo y me di la vuelta para volver a la cama pero me encontré con un Alaric sentado y perdido en sus pensamientos. Podía haberle preguntado sobre lo que pasaba por su cabeza, sin embargo, no quería verme como una metiche que no sabía mantener la nariz fuera de los conflictos ajenos.

— Venga. — Con una de sus manos golpeó el espacio que se encontraba vacío frente a él.

Desconfiaba de él y de sus intenciones.

Con los ojos entrecerrados y lista para soltar un golpe y salir corriendo bajo la nevada, me acerqué a pasos lentos.

— ¿Qué? — Fue lo primero y único que había dicho desde que me había besado.

Para hacer esa pregunta era mejor no haber hecho nada. La había formulado en una voz tan baja que dudaba haber sido escuchada.

Cuando me detuve frente a él y me disponía a sentarme en donde había palmeado, su mano tiró de mi muñeca. Mi cuerpo, tan flacucho y débil era tan fácil de manipular que no me sorprendió la facilidad que tuvo para moverme de un lado. Lo que sí me dejó con un gran grito estancado a la mitad de la garganta fue haber sido sentada sobre su regazo y rodeada con los brazos para que no pudiera escapar.

Alaric estaba actuando muy extraño. Él no era así, no era tan... Simplemente ese chico no era el rey de Britmongh.

— ¡Qué hace! — Mi exclamación fue demasiado aguda para oídos sensibles.

— Silencio. — Ordenó con voz calmada mientras tomaba mi mano y la alzaba hacia su pecho.

Ese hombre estaba pasando por una taquicardia espantosa o pronto s ele iba a quemar el motor de su cuerpo. Su corazón latía con una rapidez y fuerza alarmante. Mi mano era sujetada por la suya y se encontraba contra su pecho, justo sobre su desenfrenado corazón.

— ¿Moriré? — Preguntó, soltando mi mano pero sin alejarla de su pecho. — ¿Usted será la causa de mi muerte?

— ¿Por qué tendría la culpa? — Dejé de mirar mis dedos y elevé la mirada a su rostro.

— Porque solo ocurre cuando usted está cerca. — A través de mis dedos parecieron filtrarse sus latidos e instalarse en mi pecho.

Sentí que mi corazón se derretía a causa de esa confesión que si bien podía ser una gran mentira, sus ojos estaban logrando engañarme.

— Me causa malestar verla con los soldados y con Kamal, mientras que huye de mí. — Al mencionar a su familiar hizo una leve mueca de disgusto. — No la heriré y tampoco insinuaré que desea tenerlo en su lecho pero le pido que se aleje.

— ¿Qué le hizo Kamal? — Recordé que me encontraba sentada sobre sus piernas cuando sus pulgares acariciaron mis costados.

— Kamal no ha hecho nada. — Aseguró con pesadez.

— Entonces no tiene sentido que lo trate de esa forma. — Su comisura izquierda se elevó por unos instantes.

— Es un hombre que le agrada rodearse de mujeres, Thabita. No se ha acercado a usted por ser una princesa y ser mi protegida pero le aseguro que no dudaría en llevarla a su lecho. — Kamal no me daba esa sensación, de hecho, siempre creí que era alguien demasiado serio y reservado como para acercarse a alguien y tener algo sentimental o carnal.

Aunque claro, a muchas mujeres les gustaban los hombres con aspecto feroz y eran capaces de lanzarse a sus brazos sin pensar en lo que sucedería después de mantener relaciones. En el grupo de las locas por el peligro podía entrar yo pero ni en mis más locos sueños me entregaría a alguien sin saber que no me abandonaría al terminar.

— Kamal es solo un buen soldado que me ha protegido y a usted también. Tal vez no habla demasiado pero se encarga de protegerme incluso cuando no debe. — Otra vez su comisura apareció y se esfumó rápidamente.

— Su lealtad hacia Britmongh es indiscutible, pero no dudaría en matarlo si llegara a tocarle un solo cabello. — La seguridad con la que hablaba me erizaba los vellos de la nuca. — Yo la protejo incluso cuando no debo, me preocupo por su bienestar.

— Alaric, no se engañe, usted no se preocupa por el bienestar de nadie. — Dejé que mi risa fluyera a pesar de estar siendo asesinada con su mirada.

— Con usted lo hago, Thabita. — Su mano sujetó mi cuello con suavidad.

Me estaba volviendo masoquista, de otra manera no iba a poder explicar por qué diablos comenzaba a agradarme que sujetara mi cuello sin lastimarme.

Sus labios atraparon los míos en un beso más movido que todos los anteriores. Seguía siendo lento y delicado pero en esa ocasión le estaba devolviendo el beso, convirtiéndolo en algo mutuo y no unilateral. Su mano seguía sobre mi cuello mientras me besaba y yo juraba que me desvanecía.

Las sensaciones eran tan diferentes a lo que había llegado a sentir por cualquier otra persona...

Alaricrealmente me gustaba y mandé a la mierda cada temor o duda que tenía al llevarmis manos a su rostro y profundizar nuestra muestra de afecto.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora