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Llevábamos caminando sin rumbo alguno desde hacía bastante tiempo. Intentábamos encontrar algún lugar en el que pudiéramos pasar la noche y resguardarnos del frío pero hasta el momento no habíamos tenido éxito.

Nuestras ropas estaban aún humedecidas y no parecía que se secarían por un buen tiempo pues del cielo no dejaban de caer cosas blancas cada vez más seguido. Alaric, al ver que mi mirada se elevaba y caía con cada copo, me observaba con el ceño fruncido.

No habíamos hablado de mis sueños y tampoco intercambiado palabras después de nuestro abrazo. Solo nos dedicábamos a avanzar en silencio con la esperanza de protegernos mutuamente de lo que se acercaba a pasos agigantados.

Su curiosidad, aunque silenciosa, estaba allí presente y si deseaba que confiara en mí debía contarle lo que sucedía.

— La bruja...— Su cabeza se giró lentamente hacia mí. — Eso que ve cayendo es nieve. Cuando se derrite se convierte en agua y si toca las cosas como la madera o los ropajes, estos tardarán en secar.

— ¿Por qué me dice todo esto? — Mi comisura se elevó lentamente.

— Porque al descubrir que su debilidad era el fuego, ella hace que caiga nieve para que no podamos herirla. — La expresión en su rostro se fue ensombreciendo cuando el entendimiento llegó a él. — Me lo dijo.

— ¿Qué haremos? — Mi cabeza se movió de un lado a otro, negando.

— No lo sé. Por el momento debemos encontrar dónde resguardarnos y después buscar la forma de conseguir fuego para evitar morir congelados y para matarla. — Asintió de acuerdo conmigo y nos volvimos a sumir en el silencio.

Avanzábamos entre los arboles cercenados que nos rodeaban mientras nuestras pesadas armaduras no nos permitían avanzar de forma silenciosa. No podíamos simplemente dejarlas tiradas e irlas a buscar después porque en ese momento eran nuestro seguro de vida. Pesaban, eran ruidosas y hasta incómodas pero nos protegían de un posible ataque mortal.

— No podemos quedarnos aquí. — Dije cuando noté que estaba mirando una zona con demasiado interés. — Si descansamos en la intemperie, cuando despertemos estaremos cubiertos de nieve y posiblemente moriremos en poco tiempo. — Sus labios se volvieron una línea recta de disgusto.

— No creo que hayan viviendas por aquí. — Comencé a sentir una presión desagradable en mi pecho.

Por eso había estado observando a los troncos con tanto interés, porque no creía que por allí hubiera vivido alguien alguna vez. Nuestras posibilidades de vivir se habían reducido drásticamente. Sin comida, agua potable, un techo o fuego, nuestras vidas corrían más peligro del que pensábamos.

— No debió lanzarse. — Murmuré pensativa. — En estos momentos estaría en su aposento, con ropajes limpios y alimento.

— No. — Escupió con brutalidad. — Estaría bajo la nieve, buscándola con los soldados de Britmongh.

— Perdón... Le he dado demasiados problemas. — Sentía su mirada sobre mi nuca pero prefería observar al suelo antes de que me viera lagrimear.

— ¿Qué le ocurre? ¿Nunca ha estado en el bosque? — Negué de inmediato. — No morirá, mujer. No necesita llorar.

— ¡No estoy llorando! — Grité con voz aguda.

— Por supuesto. — Masculló entre dientes mientras colocaba su mano sobre mi hombro derecho y comenzaba a empujarme sutilmente. — Camine, debemos encontrar una vivienda.

— Pero usted dijo que...— Alaric me interrumpió con la amabilidad que lo caracterizaba.

— Sé lo que dije así que no haga que me arrepienta de avanzar. — La nieve había comenzado a caer más rápido y en mayor cantidad, por lo que no teníamos tiempo que perder.

Flecha de Fuego© EE #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora